Haz una pausa para encontrarte un momento con el Señor que te busca.
Cierra los ojos y déjate abrazar por Él. El oficio de Dios es consolar, y el lenguaje del consuelo es gozo, iluminación y descanso al alma. “Finalmente con esta divina consolación todos los trabajos son placer y todas las fatigas descanso. El que camina con este fervor, calor y consolación interior, no hay carga tan grande que no le sea muy dulce” (San Ignacio de Loyola).
Descubre el consuelo de Dios en tu día y agradece esta experiencia.
“¡Gracias, Señor por tu abrazo!
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