¡Buen día, Espíritu Santo!
El día que Tu Gracia tocó mi frente con el Agua Bautismal,
fue Tu Voz de Amor la que me dijo: ¡Bienvenido!
Hoy, caminando mi adultez,
al despertar es mi voz la que cada mañana te dice:
¡Bienvenido!
¡Bienvenido al nuevo día de mi vida!
Te estaba esperando!
Tú que eres mi Santo Abogado: ¡asísteme!
Tú que eres Dulce Huésped: ¡Consuélame!
Renueva mi vida con los signos y prodigios de Pentecostes
para que, lleno de Ti,
en comunión de voces Contigo,
mi corazón alabe al Padre,
mi corazón se rinda ante el Hijo.
¡Amén!
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