Incluso ahora, en la Santa Misa, la Liturgia de la Palabra viene antes de la Liturgia de la Eucaristía, porque no hemos de aproximarnos a la mesa del Señor sin antes haber saciado el corazón y la mente con el alimento de su Palabra. ¡Qué importante es poner atención a la Palabra de Dios y reflexionar detenidamente en lo que dicen las Sagradas Escrituras!
Naturalmente, experimentar el amor de Dios es algo vital, pero no es más que una parte de la ecuación, porque si no nos preocupamos de alimentar el alma y el espíritu no estaremos en condiciones de doblegar nuestra propia naturaleza caída, ni sabremos percibir la acción de Dios en nosotros y en el mundo. No basta con “sentir” el toque divino; también hay que saber cómo actúa el Señor y aprender a ajustar nuestra vida a sus enseñanzas.
¿Deseas tú recibir la paz de Cristo? ¿Quieres librarte de los pecados que te tienen atrapado? Escudriña las Escrituras para conocer la sabiduría de Dios; pídele al Señor que te abra la mente cada vez que vas a Misa; incluso puedes colocar una o dos biblias en diversos lugares de tu casa, para acordarte de que hay que alimentar el espíritu.
Mantente despierto y alerta; haz lo que sea necesario para leer la Palabra de Dios todos los días y aplicarla en tu vida práctica. Recuerda que todos los días el Maestro está esperando que le abras la puerta de tu corazón.
“Señor y Dios mío, te pido que me llenes cada día más de tu inmensa sabiduría y no permitas que me desvíe siguiendo sendas torcidas y pecaminosas. Señor, Espíritu Santo, guía mis pasos e ilumina mi mente, te lo ruego.”
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