La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
RESONAR
Fernando Torres Pérez, cmf
Hoy celebramos la solemnidad de Santiago apóstol. Parece que de los apóstoles, por principio, hay que decir cosas buenas. Pero mejor nos vamos directamente al Evangelio y escuchamos lo que les dice Jesús.
Resulta que Jesús les echa una buena bronca a los discípulos. La razón es muy sencilla. Después de llevar tiempo hablando con ellos, enseñándoles sobre el reino de Dios, sobre la fraternidad y el amor mutuo, resulta que la madre de los Zebedeos se presenta ante Jesús para pedir para sus hijos los puestos de honor en ese reino. Es de suponer que los hijos estarían de acuerdo. Con ello se demuestra que no habían entendido nada de lo que les decía Jesús. Para ponerlo todo peor, el resto de los discípulos se enfadan con los dos hermanos, que les quieren quitar por medio de influencias maternas esos puestos de honor.
Debemos ser conscientes de que los juegos del poder, la lucha por el poder, por ser más que los demás, está presente en todo grupo humano. También lo estaba en el grupo de los apóstoles. Todos querían ser más que los demás, ocupar un puesto de más importancia, más cerca del líder... Estaba presente entre los apóstoles y está presente hoy también –nos guste o no reconocerlo– en la iglesia a todos los niveles: entre los obispos y en las parroquias.
Por eso, los cristianos tenemos que meditar muchas veces las palabras con las que termina el texto evangélico de hoy: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
No sobra una palabra en este texto. Lo deberíamos tener en cuenta siempre y todos los días. Sobre todo cuando tenemos un puesto de responsabilidad, ya sea párroco, obispo, cardenal, papa o catequista o sacristán. No estamos ahí para tiranizar y oprimir sino para servir y dar la vida por los demás. Y que eso no sea un bla-bla-bla sino una forma de vivir, de actuar, de comportarnos. Eso es vivir en cristiano. A los apóstoles les costó mucho aprenderlo. Nosotros, casi seguro, todavía tenemos camino por delante hasta vivirlo un poco.
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