Las parábolas eran ejemplos o comparaciones que tenían el fin de llegar al corazón de los que se sentían autosuficientes y los que realmente anhelaban conocer las realidades divinas.
Muchos de los oyentes eran incapaces de ver o percibir las verdades del mensaje de Cristo, a pesar de oirlas personalmente. Algunos se sentían cómodos con la vida que llevaban y no querían recibir una mayor revelación de Dios; seguramente pensaban que poseían todo lo que necesitaban. Las parábolas de Cristo tenían significados que eran a la vez claros y simbólicos, y se referían a temas de la vida cotidiana de su época.
Las parábolas son amenas; pero en un plano más profundo, pretenden revelar verdades acerca del Reino de Dios y transformar el corazón humano. Los que sienten que las parábolas les estimulan la curiosidad y el deseo de aprender, pueden buscar un significado más profundo y encontrar la revelación que contienen. Los que sólo las consideran relatos novedosos, pero no se interesan por reflexionar en su significado más profundo, se pierden la oportunidad de recibir la Palabra de Dios que ellas contienen.
El maligno siempre está actuando para tratar de empañar la gloria de la vida en el Espíritu. En realidad, es fácil decir: “Esa parábola tiene buen sentido, pero yo seguiré mi vida como siempre; no necesito buscar ningún significado más profundo. Después de todo, no tengo interés en ponerme fanático con la religión. Basta con ser bueno con los demás y tratar de superar los malos hábitos.”
Pero, a Jesús le encanta dar la revelación completa de sus palabras a quienes lo buscan; esa revelación que tanto necesitamos conocer. Cuando escuchamos una parábola, aprovechemos la oportunidad de abrir el corazón a nuestro divino Salvador en la oración. Pidámosle que nos conceda la plenitud de su amor y su sabiduría.
“Jesús, Señor mío, que nos prometiste que todo el que te buscara te encontraría, ayúdame a darme cuenta de lo mucho que te necesito, para que te busque de todo corazón, porque tengo un profundo deseo de conocerte cada día más.”fuente: Devocionario Católico La Palabra entre nosotros.
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