En la noche has sembrado una certeza,
la certeza del salmista,
y es esa, la que traigo ante Ti, en mi oración:
Yo sé que el auxilio me viene de Ti, mi Señor.
Por eso, al caminar, te suplico:
¡Borra en mi todo temor!
Esos que arraigados por el tiempo y el pecado me paralizan.
Te suplico, mi Buen Señor, ¡Calma mi corazón!
Cuando asomen los problemas del diario vivir,
cuando en el horizonte se levanten nubes de tormentas:
¡Calma mi corazón!
Como calmaste el corazón de Moisés cuando las fuerzas le eran esquivas,
como lo hiciste con Gedeon, cuando le dijiste "estaré contigo,"
Derrama Tu Espíritu Santo!
Dame la gracia de un nuevo Pentecostes!
¡Levántame con Tu gracia!
Y, lleno mi ser de Ti, como Gedeón, con mis propias fuerzas que son Tuyas,
que son donación de tus entrañas,
dame vencer en santidad.
¡Amén!
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