lunes, 17 de agosto de 2015

Dones de Fe y Milagros - Parte XIX

EL PODER QUE TIENE LA FE
Parte XIX


De los escritos de San Serafin de Sarov podemos obtener un testimonio maravilloso de la experiencia carismática de la fe en la espiritualidad rusa. En una conversación familiar, San Serafín compartir con su amigo: “Mal yo, miserable, hice la señal de la cruz, malo mi corazón que deseó que el Señor nos volviese dignos de ver su misericordia, en toda su plenitud e, inmediatamente, El se apresuró en atender mi deseo. No lo digo para glorificarme ni para mostrarles mi importancia y volverlos envidiosos o para que piensen que es por el hecho de ser monje mientras ustedes son laicos, amigo de Dios, no. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan; Él no hace acepción de personas. El Padre ama al Hijo y a todos reconcilió en sus manos” Siempre que le amemos a El, nuestro Padre celeste, como hijos, el Señor escucha tanto a un monje o a un hombre del mundo, un simple cristiano, siempre que ambos sean fieles, amen a Dios en el fondo de su corazón y posean una fe “semejante a un grano de mostaza” (Mt 13, 31-32), ambos moveremos montañas (Mc 11,23). Cómo puede un hombre sólo perseguir mil, y dos poner en fuga a diez mil? Dt 32, 30. El propio Señor dijo: “Todo es posible para aquel que cree” Mc 9, 23. Y el Santo apóstol Pablo escribe: “Todo puedo en aquel que me fortalece” (cfr. Flp 4,13) Más maravillosas son las palabras del Señor refiriéndose a los que creen en Él: “Quien cree en mi hará las obras que hago y hará aún cosas mayores porque voy al Padre. Lo que pidan al Padre en mi nombre lo haré, a fin de que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si piden algo en mi nombre, lo haré” (Juan 14, 12-14) “Hasta ahora, nada pidieron en mi nombre; pidan y recibirán para su alegría sea completa” (cfr. Juan 16, 24) Así es, amigo de Dios. Todo lo que pidan a Dios, lo obtendrán, siempre que su pedido sea para gloria de Dios o para el bien del prójimo. Pues Dios no separa el bien del prójimo de su gloria. “Todo lo que hicieron al más pequeño de entre nosotros a mi me lo hicieron” (cfr. Mt 10,40) Deben pues estar seguros de que el Señor atenderá sus pedidos, mientras que sean realizados para la edificación y utilidad del prójimo. Aún más, aunque sea por propia necesidad o utilidad o provecho que pidan cualquier cosa, no tengan duda alguna de que Dios la concederá si existe una verdadera necesidad, pues Él ama a los que lo aman. Es bueno con todos. Su misericordia se extiende también sobre aquellos que no invocan su nombre. Cuánto más hará Él por aquellos que le temen. El atenderá todos sus pedidos. El no los rechazará por causa de su fe firme en Cristo Salvador, pues Él no abandona a los justos en las manos de los pecadores! Al fin de su narrativa, el discípulo que conversaba con San Serafín concluye: “A lo largo de todo el tiempo que duró la conversación, desde el momento en que el rostro del padre Serafín se iluminó, la visión de luz continuaba y su postura, mientras hablaba, desde el comienzo de esta narración hasta el fin, permaneció inmutable. Mientras el esplendor indecible de la luz que irradiaba, yo lo vi con mis propios ojos y estoy listo para confirmarlo bajo juramento”

Experiencias semejantes ocurren en el mundo entero, en los lugares y momentos en que Jesús es amado, invocado y esperado.

“Me gustaría compartirles la transformación de vida que tuve por medio de la fe y de la fuerza que encontré a través de la comunidad “Canción Nueva”, por medio de sus misas y de las charlas que siempre me ofreció. En marzo de 2009 pase por una situación muy dolorosa de separación. Mi marido me pidió la separación después de un año y medio de estar casados. Tuvimos muchos problemas desde el inicio de nuestra vida matrimonial, en verdad éramos muy inmaduros y no conseguíamos hacer al otro feliz, pero sí intentábamos ser felices. Después de una discusión muy difícil, mi marido me pidió que saliese de la casa, me arrancó la alianza de la mano y muy rápidamente entró con el proceso de separación legal. Quedé tirada en el suelo, desesperada, muy angustiada. Procuré todas las formas la reconciliación, la familia, los amigos, la iglesia, todas las tentativas fueron en vano. A cada tentativa de re-aproximación, él me rechazaba todavía más. Mi marido no cedió en ningún momento. Y, en un período de dos meses, supe que el ya estaba con otra persona. Bueno, fue un año de mucha oración y de mucho sufrimiento, vivía triste y encontraba que nunca más sería feliz, me culpaba y no soportaba estar viviendo aquel rechazo. Yo siempre confié en el amor y creyendo que el Sacramento del matrimonio es indisoluble, y no aceptaba de modo ninguno aquella separación, lloraba todos los días, algunas veces cuestionaba a Dios por lo que estaba pasando, por todo aquello y entré en un proceso de depresión y de tristeza profunda. Rezaba, iba a la iglesia siempre (misas, grupos de oración, adoración…) Todo lo vivía siempre, acompañada de la comunidad “Canción Nueva”. Las misas de sanación y liberación de los jueves me ayudaron mucho, tuve también mucho apoyo de las personas de la Iglesia, de mi comunidad, pero aún así, todavía sentía un vacío y el dolor era insoportable, nada cambiaba. Clamaba todos los días por milagros de reconciliación y de perdón, y que mi marido volviese. Aún mismo en los momentos más difíciles, frágil y desanimada, yo iba a la iglesia, oraba y clamaba. Pero siempre pidiendo por la gracia que “yo quería”.

Y así fue, durante un año entero. Hasta que, en marzo de ese año en Semana Santa, tuve una experiencia maravillosa, un encuentro personal con Dios. Mi familia viajó en el feriado y yo quedé en casa, sola, y acompañada todos los días por la TV Canción Nueva. Fue en el sábado de Gloria, asistiendo a la misa y después de una prédica del campamento que tuve esa gracia… La persona que predicaba hablaba del Amor de Dios por nosotros, de ese inmenso amor que le hizo entregar a su hijo por nosotros. En aquel momento pasó por mi mente la película de mi vida. Y percibí cuán maravilloso fue Dios conmigo, cuántas bendiciones siempre tuve, bendiciones muchos más grandes que los sufrimientos por los que pasé. Entonces pedí perdón y alabé, alabé mucho, y en aquel momento caí en un llanto incontrolable, pero no un llanto de dolor y sí de liberación, me tiré en el suelo y me despojé delante de Dios… y me sentí literalmente a sus pies, podía visualizar sus pies. Y permanecí ahí, llorando de ojos cerrados y me entregué totalmente al Amor de Dios. Cuando la persona que predicaba nos incentivaba a pedir un milagro, algo que para nosotros fuese imposible, que clamásemos porque se aproximaba el día de la Resurrección, el día de la Victoria… Yo dije: “Señor, a ti me entrego enteramente, todo lo que soy, todo lo que tengo, y todo lo que siento; que sea hecha tu voluntad en mi vida y no la mía. Yo escojo vivir y ser feliz, aunque no comprenda ahora, me abro para que Tú, Señor, realices Tu obra en mí”.

Y en mi se hizo un silencio profundo por algunos instantes.

Sentí una paz tan inmensa y tan fuerte posándose por mi ser. Y con los ojos cerrados comencé a sonreír, una sonrisa pura que no conseguía deshacer de mis labios, y el rostro de Jesús se transfiguró en mi mente y pude oír su voz diciéndome: “Confía en mi”.

Fue maravilloso!

Sólo lo puede comprender quien de verdad vive esa experiencia. A partir de ese momento me sentí otra persona, no hubo más lágrimas y no conseguí mas permanecer triste, fui colmada de ánimo en mi trabajo, en la familia y en mi vida en todo sentido. Las puertas comenzaron a abrirse y en una semana tuve respuestas a tantas cosas que yo esperaba hace mucho tiempo… La voluntad de Dios se realizó en mi vida, puedo decir que fui escuchada, que la gracia aconteció, y no fue “mi gracia”, la que pedía insistentemente, durante un año. Sino la gracia que Dios juzgó necesaria y merecida. Y puedo decir que hoy soy y estoy feliz y en paz. Sé que mucho más allá de lo que mi voluntad hubiese alcanzado.

Entré en un proceso de nulidad matrimonial y creo, de todo corazón, que eso es parte de esa obra de Dios en mi vida, porque Dios es perfecto en todo lo que hace. Él es fiel y no hace nada por la mitad, su gracia es siempre completa.

Esa frase cambió mi vida entera: “Jesús, yo confío en vos!” Siempre lo repetí innumerables veces durante el día, aún en los momentos más difíciles y de profunda tristeza y desánimo, y hoy continúo repitiéndolo. Porque, como dice una canción: “Dios me ama, no es indiferente a mi dolor… El quiere hacerme felíz…” Es sólo confiar, saber esperar que Él actuará”


Del libro: “Dons de Fé e Milagres”
Márcio Mendes
Editorial Cançao Nova
Adaptación Del original em português.

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