viernes, 21 de agosto de 2015

Llamados a la intercesión


Mis queridos hermanos y hermanas, nosotros trabamos combate en nuestra vida y todos nosotros, cristianos, estamos llamados a la intercesión; es Dios quien nos llama.
Necesitamos comprender además que hay personas llamadas particularmente a ministerios concretos de intercesión.

La liturgia de hoy nos revela algo muy precioso y vemos aquello que debe ser nuestra meta, "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mi mismo". La historia de la moabita Rut nos habla de una historia de amor, ella renunció a todo por cuidar a su suegra. Ella tuvo una actitud espectacular de amor que cuida y eso nos habla de la intercesión, pues la intercesión es el amor que cuida, es un amor concreto, real, exigente que nos saca del egoísmo. Renunciamos al tiempo que estaría dedicado a nosotros mismos para dedicarnos a las necesidades. La Intercesión es una actitud de amor.

En Juan 15,13 leemos:
"Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos."
Jesús nos enseñó que no hay amor mayor que dar la vida por los amigos, es la actitud de consumir la vida por el otro.
En otro pasaje, Juan revela la esencia de Dios que es el amor. 
El amor es la fuerza que nos mueve a todas las cosas.

"De tal modo amó Dios al mundo que le dió a su Hijo único, para que todo el que en él cree no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16) Dios amó tanto al mundo que envió a su hijo unigénito, este es el amor que Rut consiguió expresar por su suegra, es el amor que hace que podamos salir de nosotros mismo para dedicarnos a las otras personas.

En Ezequiel 34, 11-16 el Señor nos habla:
"Porque así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él.Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las montañas de Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar -oráculo del Señor-.Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia."
El Señor revela el amor de un Dios que no deja a sus ovejas perdidas.
El Espíritu Santo te fue dado desde el día de tu bautismo, fue dado a tu corazón y junto con Él, el amor fue derramado sobre tu vida, sobre tu corazón y desde aquel día tienes el amor dentro de ti. Quien no ama no puede interceder, es necesario mucho amor para dedicarse a la intercesión.
El ministerio de intercesión exige sacrificio, renuncia, por eso es necesario amar.
Necesitamos dar expresión a éste amor que existe en nosotros desde el día de nuestro bautismo.
Intercesión es amor dedicado a Dios en el prójimo.

El amor no es un sentimiento, es una decisión de la voluntad.
El ya está en nosotros, sólo necesitamos vivir esta realidad de amar.
El amor nos llevará a dar la propia vida por el otro como hizo Jesús.
El amor es acción, es hacer alguna cosa para cambiar la vida del otro.
Dios expresó Su amor dando a Su Hijo que era lo mejor que Él tenía. Amar es dar la vida.
Pide a Dios que te llene de amor.
El amor es una fuerza, él conquista, vence, sana, conforta, libera la paz, da seguridad, porque la fuerza del amor es la fuerza del propio Dios y Él es amor.
El amor de Dios transforma los corazones, cambia la vida, es algo que impacta.
Juan dice en su primera carta capítulo 4, versículo 16:
"Nosotros conocemos y creemos que el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él"
Quien ama no descarta a la persona solo porque ellas son más, porque ellas todavía no son de la manera que nosotros queremos. Quien ama no desiste, no queda apuntando con el dedo el pecado del otro, sino que dobla las rodillas y reza por aquellos que están perdidos. Quien es combatiente no lucha contra el párroco, contra el coordinador del ministerio, porque entiende que la lucha es contra principados, potestades y no contra los hombres.

El amor conserva las rodillas dobladas.
Quien no ama, poco le importa el destino de los otros, es más fácil condenar, criticar, ignorar, ser indiferente, pero esas son características del reino del enemigo y no de Dios. Es necesario amor para ponerse de rodillas en el suelo, teniendo esperanza. Solo Dios puede darnos ese amor que está disponible, sin medidas, por aquellos que quieren. Sólo quien ama mira al otro con los ojos de Dios y ve las necesidades de las personas como Él las ve.

El amor no desiste hasta que la victoria sea alcanzada.
Dios no desiste de nosotros! Es un amor incansable que no desiste hasta ver aquellos que están distantes de Dios volver. Quien experimenta el amor de Dios no desiste hasta que la victoria se establezca.
El amor tiene que ser incondicional. 
Es necesario amar a los enemigos, querer el bien de aquellos que hablan mal de nosotros, bendecir aquellos que nos maldicen. Eso es la intercesión.

El amor es fruto del Espíritu Santo y este fruto va madurando, va creciendo en la medida que andamos en el Espíritu. Cuanto más rezo, cuanto más busco a Dios, más el amor madura y crece en mi. El amor es el primer ingrediente de la intercesión.
El amor es redención, es acto de amor.
Pide al Espíritu Santo que te llene de este amor.
p. Roger Araujo.
21 de agosto de 2015

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