Señor, Dios nuestro, te suplicamos que envíes a jóvenes entusiastas y dedicados, como San Juan Bautista, y llenos del Espíritu Santo desde su juventud para que, a través de ellos, inundes los centros comerciales y las carreteras, las escuelas, los hogares y los edificios de oficinas con el torrente de la vida verdadera. Envíalos a todos los países para que la cultura de la muerte se transforme en jardines rebosantes de vida; enciende en ellos el fuego de tu amor, para que con alegría se den por entero a ti, siempre buscando tu rostro y escuchando tu palabra.
Oh, Jesús, Salvador nuestro, suscita nuevos profetas que proclamen tu palabra con valentía y claridad. Concede a los creyentes dones de profecía y envíalos a la Iglesia a renovar la fe, reavivar la devoción, purificar los corazones y elevar las almas al cielo. Enséñales a estos nuevos profetas a esgrimir la espada del Espíritu, para rasgar la espesura de la oscuridad y la confusión y revelar tu luz y tu verdad. Que tu palabra, Señor, resuene como poderosa proclamación en cada país, para congregar a la humanidad nuevamente en torno a ti, Príncipe de la Paz.
Padre misericordioso, concédenos nuevos testigos, como San Juan Bautista, que estén dispuestos a dar la vida por tu palabra y por el Evangelio de Cristo. Envíalos a las tierras en las que hoy domina el mal; fortalécelos para que pisoteen la cabeza del enemigo y enciendan una nueva luz de salvación. Que todo tu pueblo ponga su vida en tus santas manos hoy para que de ellos nazca una nueva civilización de amor y paz. Concédenos a cada uno la gracia de disminuir para que Jesús aumente cada vez más.
“Señor, enséñame a buscarte a ti primero y no fijarme en los placeres y atractivos de este mundo, sino más bien buscar tus tesoros celestiales. ¡Oh, Señor, mueve a hombres, mujeres y niños de todo el mundo a conocerte, amarte y trabajar para la manifestación plena de tu Reino!”
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