Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
“Todos tenían los ojos fijos en él”
“Fue a Nazaret, el sábado entró en la sinagoga como era costumbre, y se puso en pie para hacer la lectura. Desenrollando el libro, encontró el pasaje del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido” (61,1). No fue mera casualidad, sino providencia de Dios, el que, desenrollando el libro, diera con el capítulo del profeta que hablaba proféticamente de él. Pues así como está escrito: “ni un solo gorrión cae en el lazo sin que lo disponga vuestro Padre hasta los cabellos de la cabeza están contados”(Mt 10, 29-30), posiblemente el hecho de que diera precisamente con el libro del profeta Isaías y concretamente no con otro pasaje, sino con éste, subraya el misterio de Cristo, no olvidemos que es Cristo el que proclama este texto... Pues, él dice: “Me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres”, a estos que no tienen Dios, ni ley, ni profetas, ni justicia, ni ninguna otra virtud. Por este motivo, Dios lo ha enviado como mensaje cerca de los pobres, para anunciarles la liberación, “devuelve la libertad a los oprimidos”.Y ¿hay algún ser más oprimido que el hombre antes de que sea liberado y curado por Cristo.
Terminada la lectura, Jesús enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. También ahora, en esta asamblea podéis, si lo deseáis, fijar los ojos sobre él. Dirigid la mirada de vuestro corazón hacia la contemplación de la Sabiduría, de la Verdad, del Hijo único de Dios, y tened los ojos fijos sobre Jesús. ¡Dichosa la asamblea, de la que la Escritura atestigua que los ojos de todos estaban fijos en él! Que todos tengan los ojos del corazón ocupados en mirar a Jesús que nos habla. Cuando vosotros le miréis, su luz y su mirada harán más luminosos vuestros rostros, y podréis decir: “Señor, la luz de tu rostro nos ha marcado”(Ps 4, 7).
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