(…) Pienso que todos ustedes, que escuchan este pensamiento, viven, más o menos el «Eres Tú, Señor, mi único bien» dicho a Jesús crucificado y abandonado y concluyen: «Con María Desolada ».
Ésta es la base de nuestra vida espiritual para poder realizar con fruto nuestro Santo Viaje cotidiano. De hecho, de alguna manera, nos hace dignos de seguir a Jesús. Él quiere que amemos la cruz («tome su cruz») y que nos desprendamos de todo («renuncie a sí mismo»). «El que quiera venir detrás de mí... » (Mt. 16, 24) conocemos sus exigencias.
Sin embargo, con eso no está todo hecho. Ya lo hemos subrayado otras veces.
No basta seguir a Jesús. Hay que ver dónde Él quiere llevarnos.
Su intención es ponernos en su camino, que es el camino del amor.
Amar, pues, amar sobrenaturalmente: amar a Dios en su voluntad y amar al prójimo con los cuatro modos que conocemos: ver a Jesús en todos, amar a todos, ser los primeros en amar, hacerse uno.
Un amar que debe mejorar siempre para ser auténtico y agradable a Dios: «Quien no progresa, retrocede».
En estas últimas semanas ha llegado a mis manos un pequeño libro [W. Mühs, 365 Pensieri sull’amore, Ed. Paoline, Milano 1996.], que con gentileza alguien me ha mandado. Es muy bonito. Puede servir también para la meditación.
Es una recopilación de dichos sobre el amor verdadero, extraídos de la Sagrada Escritura, de los Santos, pero también de pensadores cristianos o no, incluso de alejados de Dios.
Hablando del amor, el libro confirma - por si fuera necesario - la importancia absoluta de esta actitud y también él recomienda mejorarla.
Ya que estos dichos me han gustado bastante, querría hacerles conocer por lo menos algunos de ellos.
Éste es de San Gregorio Magno (540-640): «Podemos progresar mucho más en el amor a Dios, si antes, en el seno de su amor, hemos sido alimentados con el amor al prójimo”.
Fritz Usinger, lírico y ensayista alemán, afirma: “Quien dona amor se enriquece con lo que da. Cuanto más dona, más se enriquece”.
Ricarda Huch, escritora alemana, que vivió entre el siglo XIX y XX (1864-1947) añade: “El amor es lo único que aumenta cuando lo distribuimos a manos llenas”.
Michail J. Lermontov, escritor ruso del Ochocientos (1814-1841), dice: “El amor es como el fuego, sin alimento se apaga”.
Y San Agustín: “En la medida en que el amor crece en ti, crece también tu belleza, porque el amor es la belleza del alma”.
Con respecto a la necesidad de mejorar siempre, he aquí lo que afirma Fulton J. Sheen (1895-1979), el famoso obispo y escritor norteamericano: “En el reino del amor, no existen llanuras: o se sube o se baja”.
Y el Vizconde de Ségur, escritor francés del siglo XIX: “El amor es como la luna: si no crece, mengua”.
Y es posible crecer siempre, pues Santo Tomás afirma: “La caridad no conoce límites en cuanto a crecimiento, siendo participación de la infinita caridad, que es el Espíritu Santo”.
Sabemos que debemos amar. Insistamos entonces, en el próximo mes, en el crecer. Me gustó el final de una carta que me mandó una focolarina: “en la luna creciente, tuya...”.
Entonces, también todos nosotros: “en la luna creciente” y “en el Reino del amor sin llanuras, donde o se sube o se baja”.
Preguntémonos, de vez en cuando, durante la jornada: “¿He mejorado en el amor a Dios y a los hermanos?”.
Para con Dios lo podremos hacer en las prácticas de piedad cotidianas o cumpliendo con nuestros deberes cada vez mejor. Para con los hermanos, todas las veces que los encontremos.
Por mi parte he probado: hay que poner una mayor atención a nuestra vida espiritual. Pero es necesario tenerla, so pena de disminuir y descender. Mejorar debe convertirse en una costumbre para nosotros. Es necesario.
¡Ánimo, entonces! (…)"
Chiara Lubich
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