Mateo 20, 13
Trabajar todo el día y ganar lo mismo que otro que trabajó sólo una hora sería una total injusticia, ¿no es cierto? Si interpretamos esta parábola con los criterios del mundo, con sus intereses y normas de equidad, sin duda simpatizaremos con los viñadores que trabajaron más y por eso pensaron que recibirían mayor paga. ¿No es esto lo justo y correcto? Los primeros comenzaron a trabajar cerca de las 6 de la mañana y durante casi doce horas laboraron bajo el sol ardiente para ganar un denario, moneda que constituía el jornal de un día. Los últimos labradores trabajaron como una hora, al final del día, y recibieron el mismo salario.
Para entender esta aparente injusticia hay que considerar que Jesús estaba contando una parábola acerca del Reino de Dios. No se trata aquí de justicia laboral. Ninguno de nosotros merece nada de Dios; ninguno podría jamás hacer nada para exigirle paga alguna. Todo lo que tenemos, incluso la vida misma, es un don gratuito que hemos recibido por la gracia de Dios. Jamás podríamos ganarnos el derecho de relacionarnos personalmente con Dios, pero si le servimos, recibimos mucho más de lo que le damos. ¡Trabajar en la viña del Señor, en el Reino de Dios, no es una carga sino un privilegio! Si hemos respondido al principio, no es que seamos víctimas sino más bien beneficiarios, y si respondemos tarde, ¡también somos favorecidos!
Santa Teresa de Ávila lo expresó de este modo: “Hemos de olvidar el número de años que le hemos servido porque la suma total de todo lo que podamos hacer no tiene absolutamente ningún valor si lo comparamos con una sola gota de la sangre que el Señor derramó por nosotros… Mientras más le servimos, más nos endeudamos con él” (Vida, 39).
Jesús contó la parábola de los viñadores mientras se dirigía a Jerusalén, donde sería crucificado. Su muerte y su resurrección transformaron al mundo, llenándolo de su amor. Si conocemos y seguimos a Jesús, también tendremos el privilegio de servirle sin reservas en su viña.
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
Trabajar todo el día y ganar lo mismo que otro que trabajó sólo una hora sería una total injusticia, ¿no es cierto? Si interpretamos esta parábola con los criterios del mundo, con sus intereses y normas de equidad, sin duda simpatizaremos con los viñadores que trabajaron más y por eso pensaron que recibirían mayor paga. ¿No es esto lo justo y correcto? Los primeros comenzaron a trabajar cerca de las 6 de la mañana y durante casi doce horas laboraron bajo el sol ardiente para ganar un denario, moneda que constituía el jornal de un día. Los últimos labradores trabajaron como una hora, al final del día, y recibieron el mismo salario.
Para entender esta aparente injusticia hay que considerar que Jesús estaba contando una parábola acerca del Reino de Dios. No se trata aquí de justicia laboral. Ninguno de nosotros merece nada de Dios; ninguno podría jamás hacer nada para exigirle paga alguna. Todo lo que tenemos, incluso la vida misma, es un don gratuito que hemos recibido por la gracia de Dios. Jamás podríamos ganarnos el derecho de relacionarnos personalmente con Dios, pero si le servimos, recibimos mucho más de lo que le damos. ¡Trabajar en la viña del Señor, en el Reino de Dios, no es una carga sino un privilegio! Si hemos respondido al principio, no es que seamos víctimas sino más bien beneficiarios, y si respondemos tarde, ¡también somos favorecidos!
Santa Teresa de Ávila lo expresó de este modo: “Hemos de olvidar el número de años que le hemos servido porque la suma total de todo lo que podamos hacer no tiene absolutamente ningún valor si lo comparamos con una sola gota de la sangre que el Señor derramó por nosotros… Mientras más le servimos, más nos endeudamos con él” (Vida, 39).
Jesús contó la parábola de los viñadores mientras se dirigía a Jerusalén, donde sería crucificado. Su muerte y su resurrección transformaron al mundo, llenándolo de su amor. Si conocemos y seguimos a Jesús, también tendremos el privilegio de servirle sin reservas en su viña.
“Jesús, Señor nuestro, enciende en nuestro corazón el amor que te llevó a la cruz. Inflama nuestro corazón con el deseo de servirte devotamente en tu viña, y líbranos del error de comparar nuestro servicio con el de otros que tú has llamado.”
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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