Dios nos invita a vivir una verdadera alegría:
“Así como la enfermedad se da en el cuerpo,
así la tristeza se da en el espíritu y lo destruye”.
Séneca
“Así como la enfermedad se da en el cuerpo,
así la tristeza se da en el espíritu y lo destruye”.
Séneca
“Cantad himnos al Señor, oh fieles, ¡alaben su santo nombre!. Porque su enojo dura un momento pero su buena voluntad, toda la vida. Si lloramos por la noche, por la mañana tendremos alegría” (Sl 30,5-6).
La alegría del Señor realmente es nuestra fuerza. En nuestra vida existen y existirán siempre momentos de tristeza, eso es normal. Con todo, Dios está siempre listo para transformar nuestra tristeza en alegría: con la fuerza de la fe en Dios podremos siempre transformar los efectos (consecuencias) y las raíces (motivos) de nuestras tristezas, transformando nuestras derrotas en éxitos!
Las tristezas que experimentamos son eventualidades normales en la vida, aún así, ellas necesitan ser momentáneas, no podemos permitir que ellas se enraícen en nuestra historia. La tristeza puede hasta tener un efecto pedagógico pues ella puede ser el secreto lúdico, del arte, de la poesía, pero siempre que no ultrapase el límite de su tiempo en nosotros: ella no puede establecer morada en nuestro ser pues como dice el libro del Eclesiástico, capítulo 30, versículo 25: “La tristeza ya mató a muchos y en ella no hay utilidad ninguna”.
Necesitamos aprender a transformar los motivos de nuestra tristeza (las raíces) para así poder transformar sus efectos en nosotros (consecuencias). Esto solo podrá ser posible si cambiamos nuestra mirada a las raíces de nuestras tristezas, buscando comprenderlas por la fuerza de la fe, de manera diferente, bajo otra óptica.
Muchas personas no encuentran más el sentido y el placer de la existencia. No las condeno pero percibo que la mayoría de las veces sucede en virtud de una visión distorsionada que vamos alimentando acerca de la vida. Las personas se entristecen demasiado porque los motivos por los cuales buscan su alegría son superficiales y pasajeros. Se busca la felicidad en lo provisorio y se olvidan de que la felicidad verdadera es aquella que se cimienta en las realidades eternas, en aquello que no pasa.
Vamos a comprender las actuales raíces de la tristeza y la dificultad para encontrar la alegría a partir de las reflexiones propuestas en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco: ” La tentación se presenta frecuentemente bajo la forma de disculpas o quejas, como si tuviese que haber innumerables condiciones para que la alegría sea posible. Habitualmente esto sucede porque la sociedad técnica tuvo la posibilidad de multiplicar las ocasiones de placer, mientras se encuentra grandes dificultades para construir ocasiones de verdadera alegría” (E.G. 7).
Muchos, sin la debida madurez, definen numerosas “condiciones” para tener “su alegría”. Así, cuando alguna de esas condiciones no es correspondida, tales corazones infantilmente se entregan a procesos de tristeza y decepción. Sin embargo, la verdadera alegría viene de adentro para fuera y encuentra su raíz en Dios. al final “para el alma que busca su alegría en Dios, siempre es primavera[...]”. Individualismo y cierre son el génesis de la tristeza.
“El gran riesgo en el mundo actual, con su múltiple oferta consumista, es una tristeza individualista que brota de un corazón mesquino y cómodo, de la búsqueda desordenada de placeres superficiales, de conciencia aislada. Este es un riesgo permanente y seguro. Muchos caen en él, transformandose en personas resentidas, quejonas, sin vida. Esta no es una vida digna y plena, este no es el designio que Dios tiene para nosotros, esta no es la vida del Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.” (E.G. 2).
Dios nos invita a vivir una verdadera alegría, que brota de la comunión y vida construída en El y con El:
“Su mensaje es fuente de alegría:” Les he dicho estas cosas para que se alegren conmigo y su alegría sea completa” (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana brota de la fuente de un corazón transbordante. El promete a sus discípulos: “Sin embargo, aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en alegría”.(Jn 16,20). E insiste: ‘Yo volveré a verlos y entonces su coazón se llenará de alegría, una alegría que nadie les podrá quitar‘ (Jn 16,22) (E.G. 5)
Los remedios contra la tristeza son:
Oración: “La oración es un remedio saludable contra la tristeza porque eleva nuestro espíritu a Dios, que es nuestra alegría y consuelo.”(San Francisco de Sales).
Paciencia: Santo Tomás de Aquino enseña que “el verdadero remedio para sanar la tristeza es la paciencia”. Paciencia ante las contrariedades de aquello que no salió como queríamos que saliese, de aquello que nos frustró.
Vivir la alegría en las pequeñas cosas cotidianas.
Cultivar una mirada de esperanza: “Jamás tristezas e inquietudes vanas; hacer el bien y hacerlo con alegría, es un bien doble; entristecerse con los propios defectos es aumentar defectos al defecto.”(San Francisco de Sales).
Nunca perder de vista el amor de Dios: Filiación divina. ¡El Amor de Dios por nosotros es la fuente de la constante y verdadera alegría!
Cultivar, luchando y con sinceridad, el buen humor: La alegría es una realidad que se aprende, que necesita ser estimulada y cultivada en nosotros. De igual manera, la tristeza y los reclamos son aprendidos por el corazón.
“No hay motivo para que alguien piense que esta invitación no es para él, ya que “de la alegría traída por el Señor, nadie está excluido”. A quien se arriesga, el Señor no lo defrauda: y cuando alguien da un pequeño paso en dirección de Jesús, descubre que él ya esperaba su retorno con los brazos abiertos. Ninguno de nosotros puede quitar la dignidad que este amor infinito nos ofrece. El permite que levantemos nuestra cabeza y que recomencemos, con una ternura que no nos defrauda y siempre puede restituir nuestra alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos demos por muertos, pase lo que pase.” (E.G. 3).
Padre Adriano Zandoná
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
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