“No entregues tu alma a la tristeza, no te atormentes a ti mismo en tus pensamientos. La alegría del corazón es la vida del hombre, y un inagotable tesoro de santidad. La alegría del hombre hace su vida más larga. Ten compasión de tu alma, vuélvete agradable a Dios y se firme, concentra tu corazón en la santidad y aleja la tristeza de ti, pues la tristeza ya mató a muchos y en ella no hay ninguna utilidad” (Eclesiástico 30,22).Esta es una Palabra de orden que el Señor nos da.
Los latinos somos muy afectivos, sentimentales y nos gusta “disfrutar” la tristeza. Observa las músicas, su raíz, ellas cultivan melancolía y a veces traición. Eso es lo opuesto a lo que el Evangelio nos enseña.
Puedes decir: “Es imposible no sentir tristeza”. El Señor no está diciendo que no nos sentiremos tristes sino que nos enseña a no entregar nuestra alma a la melancolía. El Señor nos dice: “No entregues tu alma a la tristeza, no te atormentes a ti mismo y a tus pensamientos”.
Pasamos por momentos tristes y el Señor sabe que pasaremos por ellos. El mismo Jesús también los atravesó. Otra cosa, también importante, es no entregarnos a las lamentaciones. “Cuando nos dejamos llevar por la tristeza, nos quedamos ‘estancados’.
Cuántas veces nos la pasamos recordando aquello que alguien nos hizo. Nuestra fantasía y nuestros sentimientos aumentan las situaciones. Como las claras en punto de nieve, que mientras más las batimos, más crecen. Así es con los sentimientos, mientras más los martillamos, más crecen en nuestro interior.
El Señor nos da el remedio indicado: “La alegría del corazón es la vida del hombre, es un inagotable tesoro de santidad. La alegría del hombre hace su vida más larga”. Es Palabra de Dios, no es horóscopo, gracias a Dios. Es Jesús hablandonos: “ten compasión de tu alma, hazte agradable a Dios y se firme. Seamos firmes. No nos quedemos disfrutando cosas desagradables dentro de nosotros.
Yo renuncio a toda tristeza. A los sentimientos que dejé crecer en mi interior, ¡renuncio! Renuncio a los tormentos que están en mis pensamientos. Señor, cambia mi mente y mi corazón. Yo necesito un cambio, una conversión. Reconozco que no puedo quedarme disfrutando esos sentimientos porque eso acaba con mi salud y mi paz. Me decido hoy a no quedarme con esos pensamientos y sentimientos malos. Señor, cura mi mente.
Una de las cosas que más nos atormenta es quedarnos cultivando miedos: miedo del mañana, del futuro, de la pérdida, del trabajo. Nos enviciamos disfrutando miedos y temores. Jesús nos dijo: “No se preocupen pues con el día de mañana: el día de mañana tendrá sus preocupaciones propias. Cada día tiene bastante con sus propios problemas (Mateo 6,34).
¡Cuántas personas, en la flor de su juventud, ya se preocupan por la vejez! ¡Hijo mío, vive la vida! Dios nos dio la capacidad de aguantar la carga de cada día. Por eso, si te quedas preso a tu pasado o preocupado con lo que vendrá en el futuro, ya no aguantarás más cuando llegues a la vejez.
Hoy, el Señor quita ese peso de nuestro corazón y de nuestros sentimientos. Jesús está haciendo una cirugía en tu corazón y cambiando hasta tus pensamientos. Jesús te dice: “La alegría del hombre hace más larga su vida”. Cuando nos dejamos llevar por la tristeza nos quedamos ‘estancados’ en ella.
¡Cultiva la alegría, el Señor quiere que seas feliz!
¡Dios te bendiga!
Texto extraido de la prédica “No te atormentes con tristezas” de Monseñor Jonas Abib
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