EL MAL Y EL PECADO
UN REINO SIN DIOS
De hecho no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero. [20]. Por lo tanto, si hago lo que no quiero, eso ya
no es obra mía sino del pecado que habita en mí.
Rm 7, 19 –
20
Pues todos pecaron y están faltos de
la Gloria de Dios.
Rm 3, 23
Dios-Amor es Dios-Perdón
El amor de Dios
por cada uno de nosotros es algo innegable. Es un amor que no se aprende sino
que se conoce, y esto sólo a través de la experiencia personal. Precisamente,
una de las formas en que se manifiesta ese amor libre e incondicional de Dios
por nosotros, es su misericordia. Quien descubre el rostro misericordioso de
Dios, que nos da mucho más de lo que merecemos, puede decir que ha tenido una
experiencia incuestionable del amor de Dios.
Hagamos
entonces un breve ejercicio de nuestra memoria, y tratemos de recordar cuáles
son los momentos de nuestra vida en los que hemos experimentado con mayor
fuerza el amor misericordioso de Dios.
Los hechos o
momentos vividos que más vendrán a nuestra mente, serán, no cabe duda, aquellos
en los que fuimos objeto del perdón de Dios, nuestro Padre. Mediante su perdón,
es quizás la manera más frecuente en que Dios nos muestra su misericordia
infinita que va más allá de todo cálculo de nuestra parte. Y decimos que es la
manera más frecuente, pues es un hecho el que necesitamos continuamente del
perdón misericordioso de Dios.
Nuestras
continuas faltas contra la justicia y la caridad nos hacen sentir lo muy
necesitados que estamos de esa misericordia divina.
Precisamente,
este encuentro con Dios-Perdón, nos permite darnos cuenta de quiénes somos y
cuán alejados hemos estado de Él. Nos permite ver la raíz de nuestros
problemas: el pecado en sí.
La luz de Dios
nos hace reaccionar; como cuando un ciego empieza ver y con ello a reconocer
todo lo que hay a su alrededor. Así, nosotros, iluminados y sin vendas en los
ojos, podemos ser conscientes de quiénes somos, de nuestra realidad y de las
miserias que llevamos dentro. El ser conscientes de todo esto nos permite
damos cuenta de todo lo que nos aleja de la experiencia del amor de Dios,
porque el pecado nos aleja de Dios.
El hombre
rechazó el amor de Dios
Tanto nos amó
Dios que nos dio a su Hijo Jesucristo. Como Dios-Amor que es, se dio y se da a
los que ama, a nosotros que somos sus hijos. Pero ante este darse de
Dios, la respuesta del hombre no fue la aceptación alegre y agradecida. Fue el
rechazo:
“Pero el
hombre, ya desde el comienzo, rechazó el amor de su Dios; no tuvo interés por
la comunión con Él. Quiso construir un reino en este mundo prescindiendo de
Dios. En vez de adorar al Dios verdadero, adoró ídolos, las obras de sus manos,
las cosas del mundo, se adoró a sí mismo. Por eso, el hombre se desgarró
interiormente. Entraron en el mundo el mal, la muerte, la violencia, el odio y
el miedo. Se destruyó la convivencia fraterna” (Puebla 185).
A veces solemos
emplear palabras acomodadas para maquillar nuestras verdaderas intenciones.
Decimos entonces que aún no estamos preparados para seguir a Dios, que quizás
no es tan pecado como algunos creen, que eso es propio de personas escrupulosas
que todo lo ven malo, que somos humanos, que todo el mundo lo hace, que tenemos
nuestras limitaciones y no nacimos con la capacidad o predisposición que tienen
algunos para hacer el bien, y tantas otras frases que empleamos cuando nos
sentimos interpelados por Dios y nuestra conciencia.
El mal está tan
extendido en el mundo, que al pecado le damos poca importancia. Inclusive, para
muchos simplemente no existe, habiendo esa palabra desaparecido de su
conciencia. Lo que es pecado, lo es aquí y en todas partes, ahora, hace dos mil
años y dentro de tres mil. En vez de perder nuestro tiempo buscando excusas que
aparenten tener algún sentido y lógica, reconozcamos la verdad: hemos
rechazado a Dios, le hemos dado la espalda. Y este pecado es rebeldía: “El que
peca demuestra ser un rebelde; todo pecado es rebeldía” (1 Jn 3, 4).
Con pleno
conocimiento de lo que hacíamos, empezamos a construimos un reino, nuestra
vida, en el que rechazamos la majestad de Dios y nosotros usurpamos su lugar.
Despreciamos su
amor, su perdón, su gracia, su amistad, la vida de su Hijo Jesucristo, la
salvación que nos ofrece. Cambiamos, como Esaú, nuestros derechos como hijos
por un plato de lentejas. Preferimos criar cerdos que formar parte
de la familia de nuestro Padre. Ese es un rechazo injustificable. Ni todo el
oro, ni la fama, ni el poder del mundo pueden compararse con lo que Dios nos
ofrece. No dejamos al Hijo de Dios nacer en nuestro corazón y lo mandamos al
establo.
Hasta nos
hicimos una imagen de ser muy religiosos y devotos, y logramos engañar a muchos
que creían que éramos un ejemplo digno de seguir. Pero en realidad todo no era
más que apariencia, una máscara que encubría nuestra actitud de rebeldía hacia
Dios. Decíamos que Dios existe pero no le quisimos servir ni obedecer. Con los
labios le decíamos “tú eres Dios “, pero con nuestros hechos le
decíamos “no te serviré “. Ni siquiera le quisimos agradecer por lo que
nos daba. Todo el amor que nos dio y todo lo que hizo nos pareció poco, y le
respondimos con nuestra cruel indiferencia.
Nos sentimos
muy seguros de nosotros mismos, muy dueños de nuestras potencialidades, muy
fuertes, inteligentes... y sintiéndonos autosuficientes nos desligamos de él.
No hubo de nuestra parte interés por la comunión con Dios. No nos parecía
“conveniente”.
Heredamos el pecado de
Adán y lo multiplicamos, dándole forma propia: la nuestra. Pensamos que
podíamos vivir sin Dios, que podíamos hacerlo todo por nuestra cuenta sin
consultarle a él para nada. Queriendo construir un reino en este mundo
prescindiendo de Dios, hicimos todo según nuestra “sacrosanta” voluntad
y no la suya.
En vez de adorar al Dios
verdadero, adoramos ídolos que terminaron por empobrecemos. Estos
ídolos eran obras de nuestras manos, de nuestra inteligencia y técnica, que nos
llenaron de orgullo, y las adoramos. En fin, nos adoramos de esa forma a
nosotros mismos, siendo infieles a la alianza de amor con Dios.
Hoy encontramos personas
que dicen que todo lo que tienen lo han logrado por sí mismos, por su talento,
inteligencia, creatividad, pensando que todo eso es muy suyo y que
nadie se lo puede quitar. No tienen nada de qué arrepentirse. Qué lejos están
de pensar que en cualquier momento, si Dios quiere, o como consecuencia de
sus propios errores, lo pueden perder todo: un infarto, un derrame cerebral, un
fracaso económico, un accidente grave, la infidelidad o alejamiento de quien
más queríamos y poníamos nuestras esperanzas, una catástrofe de la
naturaleza... pueden hacer que todo se venga abajo como un castillo de arena,
y con él, toda nuestra seguridad.
Por esa desobediencia, “el
hombre se desgarró interiormente “. Cuando examinas tu propio corazón,
descubres tu inclinación hacia el mal, y que esto no tiene su origen en tu
Padre, que es bueno.
Hay una lucha
dramática dentro de ti, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas,
entre la vida y la muerte.
El pecado no nos hace
felices ni nos da la paz que necesitamos. Más bien nos somete, nos pone fuertes
cadenas de las que nos es cada vez más difícil libramos.
Nos sentimos
entonces infelices y engañados, pues rechazamos lo realmente bueno y
perdurable, por ir tras una ilusión de satisfacción temporal que se desvaneció
apenas caímos en la trampa. La manzana, tan atractiva por fuera, estaba
podrida por dentro. Y nosotros, creyéndonos muy “astutos”, nos la comimos.
“Pensamos que
podíamos vivir sin Dios, que podíamos hacerlo todo por nuestra cuenta sin
consultarle a él para nada” (Mt. 21, 33—
43).
Sufrimos cuando
experimentamos cualquier mal. Y el peor mal que podemos sufrir es el provocado
por el pecado, pues nos aleja de Dios. Divididos e incapaces de resistir solos,
andamos sumisos y resignados por la senda que nos conduce a la esclavitud del
pecado. Se cumplen entonces las palabras de Cristo: “El que vive en el pecado
es esclavo del pecado” (Jn 8, 34).
Nada de lo que
hemos logrado apartados de Dios nos da felicidad. Interiormente nos sentimos
insatisfechos con nosotros mismos y con lo que logramos, a pesar de la
acumulación de bienes, riquezas, fama, éxitos, etc. Después de todo, nos
volvimos a enfrentar con nuestra miseria.
Finalmente,
llegamos al momento de recibir nuestra paga por lo que hicimos. Y nuestro
salario justo y merecido, es la muerte:
“El pecado paga
un salario, y es la muerte” (Rm. 6, 23). Cosechamos de lo que
sembramos. Y aprender esta ley en carne propia resulta a veces muy doloroso.
El pecado
Al meditar
sobre el problema del mal en el mundo, encontramos que la causa primera, lo
que impide que en nosotros se manifieste el amor de Dios y se realice su plan
de felicidad, es el PECADO. Es como si el pecado fuera un paraguas que no nos
permite mojamos con el agua viva del amor de Dios. Cierra la puerta al amor y
a la bendición de Dios, y no conforme con eso, hace entrar por él en el mundo
el mal, la muerte, la violencia, el odio y el miedo.
¿Qué es el pecado?
Es una falta contra la justicia o el amor —o ambas a la vez—,
hacia Dios, nuestro prójimo o hacia nosotros mismos. Es seguir el camino
equivocado, sabiendo o suponiendo que lo es. Es preferir las tinieblas y
aborrecer la luz (Cf. Jn 3, 19—20).
Es un acto
humano voluntario que produce daño, no sólo contra la persona hacia la que va
dirigido el mal, sino contra el mismo que peca. Precisamente, por ser un acto
voluntario, es que decimos “por mi culpa, por mi gran culpa “.
Conozcamos lo
que señala el Catecismo de nuestra Iglesia en su definición de pecado:
“El pecado es
una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a
ciertos bienes” (Cal. N0 1849).
El pecado no
está solamente en hacer algo evidentemente malo, también es pecado cuando nos
encerramos egoístamente en nuestros propios problemas sin abrimos a Dios y a
los demás hermanos.
El pecado
destruye no sólo la dignidad humana, sino la vida divina en el hombre, lo cual
es el mayor daño que una persona puede inferirse a sí misma y a los demás. Lo
rebaja, humilla, aliena y desintegra. Quiebra su dignidad e identidad, su
realeza propia como hijo de Dios, y le quita el sentido a su vida.
Por ello, no es
tan reprochable caer en pecado como vivir en pecado.
Lo grave está
no tanto en los pecados aislados o crónicos que vamos cometiendo, sino en que
en la medida en que llevamos esa vida, nos vamos alejando del plan de Dios para
nosotros. Su proyecto para cada uno se deja de cumplir, porque nos salimos de
su camino para escoger ir solos por la senda que nos atraía más, y que
finalmente nos conduce hacia la muerte y la soledad. La gracia que dejamos de
recibir y el bien que dejamos de hacer, es lo que más debe entristecemos.
A menudo,
apenas hemos cometido una falta, nos arrepentimos y sentimos haberla realizado;
en cambio, vivir en el pecado es vivir en la mentira, es guardar porfiadamente
un orgullo, un apego a nuestros criterios personales y egoístas que no nos
permite entrar en los caminos de Dios, aún cuando llevemos una vida exteriormente
correcta.
En el Antiguo
Testamento vemos el drama del amor de Dios que promete al hombre un nuevo
espíritu, una nueva alianza escrita, no sobre tablas de piedra, sino en su
corazón de carne; es decir, el Señor intenta vivir con su pueblo una bella
relación de amor, la cual es rota una y otra vez por el hombre por medio del
pecado. El Señor se convierte entonces en el marido engañado por su
pueblo, que somos nosotros.
“He pecado mucho...”
Decimos en el
acto penitencial de la Eucaristía que hemos pecado mucho, y eso es
cierto. Lamentablemente cierto.
Para ser
conscientes de ello tampoco necesitamos escarbar mucho en nuestra memoria. Sólo
nos basta con recordar nuestras malas acciones recientes. Cada vez que hemos
sido injustos con Dios, con los demás y con nosotros mismos, que no dimos a
otros la ayuda que necesitaban, cada ofensa, desprecio, maltrato, burla, cada
vez que jugamos con los sentimientos de quienes nos aman, cada acto violento,
de palabra o de obra...
Algunos pueden
sentirse a veces —o a menudo— muy “buenos”, pero precisamente estas personas
son las que con frecuencia caen en las seducciones del maligno, como
son: el creerse los mejores, el verse superiores a los demás; el estar muy
seguros de uno mismo; el creer que ya están convertidos del todo; el quedarse
en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios.
La palabra de
Dios en ese sentido es clara: “Pues todos pecaron y están faltos de la gloria
de Dios” (Rm 3, 23). No llamemos “pecado” sólo a aquello que nos parece
muy feo y que los otros hacen pero nosotros no. Dejemos de construimos una
religión “a nuestra medida”, como si nos estuviésemos haciendo un traje,
tomando del Evangelio sólo lo que nos conviene. Si tenemos una doble moral,
complaciente con nosotros mismos, útil sólo para “tapar” nuestras suciedades,
pintándolas exteriormente con el barniz del cumplimiento, estaremos
consumando la obra del maligno en nosotros: no darnos cuenta ni de lo malo que
hacemos. Y lo peor no es el caer, sino el permanecer allí, en el suelo, sin
querer levantarse.
Hemos pecado
mucho, sí, pero eso significa -gloria a Dios por ello-, que necesitamos mucho
de la misericordia y del perdón de Dios. La gracia de Dios no está tan lejos.
Como dice el Pregón Pascual: “¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! “.
De
pensamiento...
Cada uno tiene
sus debilidades propias y por las que más frecuentemente cae en pecado. Y eso,
el diablo muy bien lo sabe. Algunos, pecan preferentemente con el
pensamiento; otros, de palabra; otros, de obra y también hay los que mayormente
pecan por omisión.
Pecamos con el
pensamiento cuando deseamos lo que es malo u opuesto al plan de Dios. Cuando
nos apegamos a los bienes materiales como el dinero y objetos; o a las personas,
o también hábitos nocivos, como algún vicio (alcohol, drogas, juego
compulsivo). Cuando le damos el corazón a algo o alguien que no es Dios,
desplazándolo para poner en su lugar lo temporal, pecamos con nuestro
pensamiento.
También lo
hacemos cuando le deseamos mal a alguien. Cuando quisiéramos que le vaya mal
en las cosas que hace; cuando disfrutamos imaginando a esa persona caída en la
desgracia y desesperación. ¿Cuántas veces alguien conversaba confiadamente con
nosotros, sin imaginarse que nosotros le estábamos deseando el mal?
Pecamos también
con nuestro pensamiento cuando, arrastrados por nuestra malicia, pensamos
siempre lo peor de las demás personas. Cualquier cosa que los otros hacen, le
vemos el lado malo y perverso, la segunda intención. En vez de ver a los demás
con corazón limpio, nos decimos al ver pasar a alguien: “Ahí va fulanita, la
que hace años hizo tal cosa... “, o “allí está zutano, el borracho... o “ése es mengano, el que engaña a su
mujer... “. De esta forma, no vemos a las personas como tales, sino que les
ponemos adjetivos, las calificamos, les añadimos nuestro prejuicio y así quedan
marcadas para nosotros.
Pecar con el
pensamiento también es consideramos superiores a los demás, o dicho de otro
modo, creer —equivocadamente— que los demás tienen menos valor que nosotros. El
despreciar en nuestro corazón a alguien, así éste no se entere, es signo de
vana soberbia y orgullo.
En fin,
¿cuántos de nuestros conocidos nos ven “actuar” siempre tan correctamente, sin
saber lo que en realidad llevamos en mente?, pues muchos hemos desarrollado la
habilidad de aparentar virtudes que no tenemos y de camuflar nuestras
verdaderas intenciones. Pidamos perdón al Señor por ello.
De palabra...
La lengua puede
servir para mucho bien, pues por el Bautismo fuimos llamados a anunciar el
Evangelio a toda la creación (Cf. Mc. 16, 15), pero también puede
tomarse muy peligrosa y ser capaz de iniciar un incendio de pasiones y
divisiones.
La carta de
Santiago es muy clara en ese sentido. Nos llega a decir que “el que no peca en
palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su
persona” (Stg. 3, 2). Y añade que con la lengua “bendecimos a nuestro
Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De
la misma boca salen la bendición y la maldición. Hermanos, esto no puede ser
así. ¿Es que puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga? (Stg 3,
9—11).
Las palabras
hieren muchas veces más que los golpes. Cada vez que alguien esperaba quizás
una palabra de aliento o felicitación de nuestra parte, y recibió a cambio
nuestro insulto, una grosería, una injusta recriminación, o le hemos dicho a
alguien, por un error cometido, que no servía para nada, hemos pecado
con la lengua.
La murmuración
es otra debilidad de muchos y que el diablo también conoce muy bien. Es el arma
que más frecuentemente utiliza para dividir familias, amigos, grupos de oración
o comunidades de todo tipo. Sólo tiene que utilizar a quienes tienen esta
debilidad y la división está garantizada. Con nuestras palabras podemos sembrar
la desconfianza de alguien ante terceras personas, diciéndoles cosas falsas o
parcialmente ciertas, pero que igualmente dañan y dividen.
Sigamos el
consejo de la palabra de Dios: “Sean prontos para escuchar, pero lentos para
hablar y enojarse” (Stg 1,19). Hagamos como nos pide Pablo: “Bendigan a
quienes los persigan; bendigan y no maldigan” (Rm 12, 14). “No salga de
sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra que hacía falta y que deja algo
a los oyentes” (Ef. 4, 29).
Pero pecar con
las palabras no sólo es decir groserías. Es también decir palabras hirientes y
proponer cosas indecentes a los demás. Cada vez que tratamos de convencer a
otro de hacer lo malo, hablándole suavemente al oído, haciéndole creer que no
es pecado, que es algo “normal” o una debilidad sin importancia, le estamos
conduciendo al pecado, y debemos pedir perdón al Señor por ello.
Cada vez que
formamos mal a un niño o un joven, que puede ser incluso un hijo o familiar
nuestro, y les dijimos: “Si alguien te hace algo malo, devuélveselo peor”, o
“haz con tu vida lo que quieras, y tú no te metas en la mía”, o trastocamos los
valores en la mente de alguien que es muy joven, haciéndole creer que eso es
algo permitido e incluso aconsejable, hemos pecado y debemos pedir perdón al
Señor.
Debemos pedir
perdón igualmente al Señor por las mentiras que decimos. Por las veces que
engañamos a los demás, incluso haciendo nacer en otras personas una ilusión, y
luego las defraudamos, haciéndoles luego perder la confianza en las palabras
de las personas, pidamos perdón al Señor.
De obra...
Es tanto lo que
podemos hacer y que ofende a Dios, a nuestro prójimo como a nosotros mismos,
que la lista sería interminable.
Reflexionemos
simplemente sobre la armonía que debe haber entre lo que creemos y lo que
hacemos. Si decimos que creemos en Dios, ¿por qué con nuestros hechos no lo
demostramos a los demás? ¿Acaso no nos hemos dado cuenta de la importancia del
testimonio de vida, de que nuestro comportamiento habla muchas veces más que
mil palabras?
No desliguemos
nuestra fe, nuestra “vida religiosa”, de nuestra vida diaria, de lo que hacemos
cotidianamente. No pongamos una frontera entre nuestra fe y nuestra vida, pues
la fe debe impregnar toda nuestra vida. No existe razón para este divorcio.
Recordemos que
lo que es pecado siempre lo es. No creamos que porque otros también lo hacen es
menos malo, o llega Dios a aceptarlo “por mayoría de votos”.
La
prostitución, las borracheras, las llamadas “coimas”, el no pagar impuestos, el
ocultismo, el juego compulsivo, la mentira, la infidelidad, el divorcio mismo,
están muy extendidos a nivel social, y por ello para muchos llega a ser algo
aceptable, y pensamos que el problema debe de ser de Dios, quien no se ha modernizado.
El pecado no es signo de progreso, ni de avance, ni evolución. La vida amoral
nos degrada, nos hace retroceder.
Tampoco
pensemos que por ejercer determinada profesión u oficio, estamos exentos de
hacer una valoración moral de lo que hacemos, como si estuviésemos más allá
del bien y del mal.
Hay
trabajadores de la salud, por citar un ejemplo, que dicen que cuando están en
el quirófano, ejercen la ciencia, y por tanto, no cabe emplear en ese
caso la moral y la fe, por lo que practican sin remordimientos abonos. No
podernos decir en ningún caso:
“Ése es mi
trabajo, mi profesión “, como si ello nos justificara para hacer
cualquier tipo de daño a los demás. No somos máquinas insensibles. Por el
contrario, el trabajo debe dignificar al hombre y conducirlo a su plena
realización como persona y como cristiano.
Un pecado grave
contra la fe es el acudir a fuentes ocultas. Hay quienes por ignorancia piensan
que no es malo consultar las cartas, ir donde los brujos para averiguar su
“destino”, llevar amuletos, participar de prácticas de hechicería, y lo hacen
porque tienen quizás miedo al futuro y ese temor no es otra cosa que el
resultado de vivir lejos de Dios y sin confiar en él.
De omisión...
Pero no sólo
hay pecados de acción, sino también de omisión, es el bien que
voluntariamente dejamos de hacer.
La mano que
dejamos estirada, la persona desesperada que quedó sin nuestro consejo, el
testimonio que dejamos de dar, el error que no hicimos ver, la necesidad de
otros que no cubrimos pudiendo hacerlo, simplemente por mantenemos tranquilos y
apacibles, lo cual también indica temor de nuestra parte.
Recordemos la
parábola de Lázaro y el rico (Cf. Lc. 16, 19—31). ¿Qué pecado cometió
este rico que fue a dar al infierno, mientras Lázaro estaba feliz cerca de
Abraham? Fue el pecado de omisión. El rico, según la parábola, fue indiferente
a ese hombre que veía todos los días delante de la puerta de su casa, pudiendo
darle aunque sea unas migajas de pan. Ese es el gran pecado de omisión, que
podemos estar cometiendo al ser indiferentes, indolentes a las necesidades de
los demás, consintiendo el pecado y la injusticia en vez de luchar por cambiar
esa situación.
Sólo pensemos
en la actual situación de nuestra Iglesia y nuestra sociedad, en las carencias
que hay. Pues esto se debe a nuestra injustificable pasividad, porque
declinamos a nuestra misión de ser luz del mundo y sal de la tierra, para
“dejarle el problema a otros”.
Veamos también
nuestra actual situación y preguntémonos si le hemos dicho “sí” a la voluntad
de Dios en nuestra vida, y sí le permitimos cumplir su proyecto en nosotros.
Quizás por ello muchas veces hemos preferido no escucharle cada vez que
sentimos que nos hablaba y hasta nos gritaba al corazón, y nos ocupamos en
hacer cosas, incluso religiosas, y le dijimos de alguna forma: “Disculpa,
Señor, no me interrumpas; ¿no me ves que estoy rezando?”
Dimensión
social del pecado
No se puede
dejar de considerar la dimensión social que tiene el pecado. Sabemos que
nuestras acciones, nuestras actitudes y criterios repercuten no sólo en nuestra
vida personal, sino en nuestra vida social y comunitaria, afectando a los
demás, a nuestra familia, a nuestra comunidad.
Así también el
pecado afecta a todo el entorno social del hombre. Por eso, no podemos decir: “Yo
hago lo que quiero y porque quiero “.
El pecado hace
que la familia y la sociedad entera paguen las consecuencias del drogadicto,
del borracho, del corrupto, del egoísta, del avaro, del usurero, del
libertino, del machista que abandonó a su familia, del empresario que paga mal
a sus trabajadores, etc., cumpliendo así la conocida frase: “Justos pagan
por pecadores “.
La misericordia
de Dios
El Señor nos
dice en su palabra que donde abunda el pecado, sobreabunda también la gracia de
Dios (Cf. Rm 5, 20). La misericordia es una cualidad dominante de Dios,
incluye en ella la compasión, la ternura, la tolerancia, la paciencia,
clemencia, piedad.
En Dios
encontramos a ese Padre bondadoso que está esperando con los brazos abiertos
nuestro retomo a la casa paterna a través de la conversión. Pero para ello es
necesario el arrepentimiento de nuestra parte.
Ese
arrepentimiento no sólo es fundamental para el hombre, sino un mandato de Dios.
Si el arrepentimiento fuera algo opcional para nosotros, entonces no tendría
razón de existir el infierno. Pero el Señor no nos forzará a arrepentimos.
La prueba de
que Dios nos ama es precisamente que envió a su Hijo Jesucristo, quien murió
por todos, no porque seamos santos, sino por todo lo contrario: “Dios nos ha
mostrado su amor ya que cuando aún éramos pecadores Cristo murió por nosotros” (Rm
5, 8).
El sentido de
hacer todo este recuento de nuestras faltas, infidelidades y miserias no ha
sido el de culpamos de todo. Debemos, si, sentirnos culpables, pero de lo que
realmente hemos hecho. Y arrepintámonos de ello, porque ¿cómo podremos
experimentar el perdón de Dios si no nos arrepentimos? Así como el hijo
pródigo tuvo que reaccionar y regresar humillado y sin condiciones a la casa
paterna arrepintámonos por lo malo que hemos hecho hasta el día de hoy y
volvamos a Dios nuestro Padre.
Por mucho que
le hayamos fallado al Señor, no pensemos que El nos rechazará; conozcamos por
ello las promesas que nos hace en su palabra:
“Aunque tus pecados sean de un
rojo intenso, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la
púrpura, quedarán como lana blanca”
Is. 1,18
“Pero si confesamos nuestros pecados, El que es fiel y justo, nos perdonará
nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad… Hijitos míos, les he escrito
esto para que no pequen, pero si uno peca, tenemos un defensor ante el Padre,
Jesucristo el Justo
1 Jn 1, 9; 2,1
Busquemos con
fe el perdón y la misericordia de Dios, sobre todo a través del sacramento de
la Reconciliación y pidámosle en este momento que nos renueve y transforme
totalmente.
Conclusión del tema
• Nosotros
escogimos construir nuestra vida de espaldas a Dios, haciéndonos el centro de
nuestra atención.
• Debido a
ello, terminamos esclavizados por el pecado y las cosas del mundo. La consecuencia
del pecado es la muerte.
•
Arrepintámonos de corazón, para así vivir en gracia de Dios, como verdaderos
hijos suyos.
Citas Bíblicas
EL PROBLEMA DEL
MAL Y EL PECADO
[19]. De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que
no quiero. [20]. Por lo tanto, si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía
sino del pecado que habita en mí.
Rm 7, 19 – 20
[23]. Pues todos pecaron y están faltos de la Gloria de
Dios.
Rm 3, 23
El amor de Dios y la sociedad actual
Sociedad.-
Crímenes, guerras, injusticia, suicidios, discriminación,
abortos, prostitución, hambre, muertes, opresión, robos, pobreza, enfermedad,
violencia, narcotráfico.
Familia.-
Divorcios, riñas, malnutrición, violación, incomprensión,
incesto, separación, falta de amor, relaciones fuera del matrimonio, hijos
rebeldes, asesinato, mortalidad infantil, matrimonio por interés, infidelidad,
hijos no queridos.
Personal.-
Desequilibrio emocional, soledad, drogas, celos, suicidios,
angustia, limitaciones odio rivalidades falta de dinero, tristeza, autoestima,
rencor, locura, falta de trabajo.
Amor de Dios y pecado
[13]. Doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a
mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados
que no retendrán el agua.
Jr. 2, 13
El pecado.-
Contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos
cometí.
Sal 51,6
[14]. Jesús volvió a llamar a la gente y empezó a decirles:
«Escúchenme todos y traten de entender. [15]. Ninguna cosa que de fuera entra
en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que
sale de ella.
Mc 7, 14 – 15
[19].Del corazón proceden los malos deseos, asesinatos,
adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes. [20].Estas son las
cosas que hacen impuro al hombre; pero el comer sin lavarse las manos, no hace
impuro al hombre»
Mt 15, 19 – 20
[19].Es fácil reconocer lo que proviene de la carne:
libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; [20].Culto de los ídolos y magia;
odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo
[21]. Y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo
repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
Gal 5, 19 – 21
[9] ¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino
de Dios? No se engañen: ni los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni
los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los homosexuales y los que
sólo buscan el placer, [10].ni los ladrones, ni los que no tienen nunca
bastante, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los que se aprovechan de los
demás heredarán el Reino de Dios.
1ª Cor 6, 9 – 10
[3].Y ya que son santos, no se hable de inmoralidad sexual,
de codicia o de cualquier cosa fea; ni siquiera se las nombre entre ustedes.
[4].Lo mismo se diga de las palabras vergonzosas, de los disparates y
tonterías. Nada de todo eso les conviene, sino más bien dar gracias a Dios.
[5].Sépanlo bien: ni el corrompido, ni el impuro, ni el que se apega al dinero,
que es servir a un dios falso, tendrán parte en el reino de Cristo y de Dios.
Ef 5, 3 – 5
.Por tanto, hagan morir en ustedes lo que es «terrenal», es
decir, libertinaje, impureza, pasión desordenada, malos deseos y el amor al
dinero, que es una manera de servir a los ídolos. [6].Tales cosas atraen los
castigos de Dios. [7].Ustedes siguieron un tiempo ese camino, y su vida era
así. [8].Pues bien, ahora rechacen todo eso: enojo, arrebatos, malas
intenciones, ofensas, y todas las palabras malas que se pueden decir.
Col 3, 5 – 8; [5]
[9].La Ley no fue instituida para los justos, sino para la
gente sin ley, para los rebeldes, impíos y pecadores, para los que no respetan
a Dios ni la religión, para los corrompidos e impuros, para los que matan a sus
padres y para los asesinos; [10].para los adúlteros y los que tienen relaciones
sexuales entre hombres o con niños, para los mentirosos y para los que juran en
falso. Habría que añadir todos los demás pecados que van en contra de la sana
doctrina,
1ª Tim 1, 9 – 10;
[19].Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas
adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto,
honra a tu padre y a tu madre»
Mc 10, 19
Plan de Dios para con el Hombre.-
[15]. Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del
Edén para que lo cultivara y lo cuidara.
Gn 2, 15 – 17
[7].Hijitos míos, no se dejen extraviar: el que actúa con
toda rectitud es justo como él es justo. [8].En cambio quienes pecan son del
Diablo, pues el Diablo peca desde el principio.
1 Jn 3, 7-8A
Rebelión de los ángeles caídos.-
(7) Después hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus
Ángeles lucharon contra en dragón. El dragón y sus ángeles pelearon (8) pero no
pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. (9) Así que fue
expulsado el gran dragón aquella serpiente antigua que se llama diablo y
satanás y que engaña a todo el mundo. El y sus ángeles fueron lanzados a la
tierra.
Ap 12, 7-9
Pecado Original.-
(1)La serpiente era más astuta que todos los animales
salvajes, que Dios el Señor había creado, y le preguntó a la mujer: ¿Así que
Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín? (2) y la
mujer le contestó: podemos comer del fruto de cualquier árbol, (3) menos del
árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni
tocar el fruto de ese árbol porque si lo hacemos, moriremos. (4) pero la
serpiente le dijo a la mujer: no es cierto. No morirán (5) Dios sabe muy bien
que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, podrán saber lo que es bueno y
lo que es malo, y que entonces serán como Dios. (6) La mujer vio que el fruto
del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo, y de llegar a tener
entendimiento. Así que cortó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su
esposo y él también comió. (7) En ese momento se les abrieron los ojos, y los
dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cocieron hojas de
higuera y se cubrieron con ellas.
Gn 3, 1-7
Consecuencia del pecado original.-
(16) A la mujer le dijo: aumentaré tus dolores cuando
tengas hijos, y con dolor les darás a luz pero tu deseo te llevará a tu marido,
y él tendrá autoridad sobre ti (17) Al hombre le dijo: como le hiciste caso a
tu mujer, y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora
la tierra, va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás
producir tu alimento durante toda tu vida. (18) La tierra te dará espinos y
cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. (19) Te ganarás el pan con el
sudor de tu frente hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste
formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.
Gn 3, 16-19.
Principales pecados
Contra Dios
Idolatría.-
[31].Al volver Moisés donde Yavé le dijo: «Este pueblo ha
cometido un gran pecado con estos dioses de oro que se hicieron.
Ex 32.31
Soberbia.-
[5].Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de
él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y
conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.»
Gn 3, 5
[21].El que desprecia a su prójimo comete un pecado; feliz
el que tiene piedad de los desgraciados.
Pr 14. 21
Envidia.-
(23) En verdad, Dios creó al hombre para que no muriera, y
lo hizo a imagen de su propio ser; (24) Sin embargo, por la envidia del Diablo
entro la muerte en el mundo, y la sufre los que del diablo son.
Sb 2, 23-24
Mentira -
El padre de ustedes es el diablo; ustedes le pertenecen y
tratan de hacer lo que el quiere. El diablo ha sido un asesino desde el
principio. No se mantiene en la verdad y nunca dice la verdad. Cuando dice
mentiras, habla como lo que es; porque es mentiroso y es el padre de la
mentira.
Jn 8,44
Desobediencia.-
(8) El hombre y su mujer escucharon que Dios el Señor
andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron
a esconderse de Él entre los árboles del jardín (9) Pero Dios el Señor llamó al
hombre y le preguntó: ¿Dónde estás? (10) El hombre contestó: Escuché que
andabas por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí.
(11) Entonces Dios le preguntó: ¿Y quien te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso
has comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras? (12) El hombre
contestó, la mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto y yo lo comí.
(13) Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: ¿Porque lo hiciste? Y ella
respondió: la serpiente me engañó y por eso comí del fruto (14) Entonces Dios
el Señor dijo a la serpiente por esto que has hecho maldita serás entre todos
los demás animales. De hoy en adelante caminarás arrastrándote y comerás
tierra.
Gn 3, 8-14
Contra el Espíritu Santo.-
[32] Al que calumnie al Hijo del Hombre se le perdonará;
pero al que calumnie al Espíritu Santo, no se le perdonará, ni en este mundo,
ni en el otro.
Mt 12, 32;
[29].En cambio el que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá
jamás perdón, pues se queda con un pecado que nunca lo dejará»
Mc 3, 29
[10].Para el que critique al Hijo del Hombre habrá perdón,
pero no habrá perdón para el que calumnie al Espíritu Santo.
Lc 12, 10;
Blasfemia.-
(15) Entonces dirás a los hijos de Israel: cualquier
persona que maldiga a su Dios cargará con su pecado; (16) El que blasfeme el
nombre de YAHVEH será castigado de muerte, toda la comunidad lo apedreará.
Lev 24, 16
Contra tu prójimo
Lujuria.-
(2) Una tarde al levantarse David de su cama, y pasearse
por la azotea del palacio real, vio desde ahí a una mujer muy hermosa que se
estaba bañando. David mando que averiguaran quien era ella, y le dijeron que
era Betsabé hija de Eliam y esposa de Urías el itita. David ordenó entonces a
unos mensajeros que se la trajeran y se acostó con ella, después de lo cual
ella volvió a su casa (5) La mujer quedó embarazada y así se lo hizo saber a
David.
(14) David escribió una carta a Joab y la envió por medio
de Urías (15) en la carta decía pongan a Urías en las primeras líneas donde sea
mas dura la batalla, y luego déjenlo solo para que caiga herido y muera (26)
Cuando la mujer de Urías supo que su marido había muerto, guardó luto por él
(27) pero después que paso el luto, David mandó que la trajeran y la recibió en
su palacio, la hizo su mujer y ella le dio un hijo. Pero al Señor no le agradó
lo que David había hecho.
2 Sam 11, 2-5; 14-15; 26-27
[13].David dijo a Natán: «Pequé contra Yavé.» Natán le
respondió: «Yavé por su parte perdona tu pecado y no morirás.
2º Sam 12.13
¿Acaso no saben ustedes que su cuerpo es parte del cuerpo
de Cristo? ¿Y habré de tomar yo esa parte del cuerpo de Cristo y hacerla parte
del cuerpo de una prostituta? ¡Claro que no! (16) ¿No saben ustedes que cuando
un hombre se une con una prostituta, se hacen los dos un solo cuerpo? Pues la
Escritura dice: Los dos serán como una sola persona (17) Pero cuando alguien se
une al Señor, se hace espiritualmente uno con Él.
1 Cor 6, 15
Ira y celos.-
(8) Un día Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo y
cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató
(9) Entonces el Señor le preguntó a Caín ¿Donde está tu hermano Abel? Y Caín
contestó no lo sé ¿Acaso es mi obligación cuidar de él? (10) El Señor le dijo
¿Porque has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra
me pide a gritos que yo haga justicia. (11) Por eso quedarás maldito y
expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú
mataste.
Gen 4, 8-11
Avaricia.-
[19].Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y
comía regiamente todos los días. [20].Había también un pobre, llamado Lázaro,
todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. [21].Hubiera
deseado saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían
a lamerle las llagas. [22].Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los
ángeles al cielo junto a Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron.
[23].Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los
ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo. [24].Entonces
gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la
punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.»
[25].Abraham le respondió: «Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante
la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y
tú, en cambio, tormentos. [26].Además, mira que hay un abismo tremendo entre
ustedes y nosotros, y los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no
podrían hacerlo, ni tampoco lo podrían hacer del lado de ustedes al nuestro.»
[27].El otro replicó: «Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a
la casa de mi padre, [28]. A mis cinco hermanos: que vaya a darles su
testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.»
[29].Abraham le contestó: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.»
[30].El rico insistió: «No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los
muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.» [31].Abraham le replicó: «Si no
escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos,
no se convencerán»
Lc 16, 19 – 31;
Brujerías, hechicerías, espiritismo, cartas, guija y otros.-
[10]. Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su
hijo o a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a
los astros; que no haya brujos ni hechiceros; [11]. Que no se halle a nadie que
se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún
adivino o quien pregunte a los muertos. [12]. Porque Yavé aborrece a los que se
dedican a todo esto, y los expulsa delante de ti a causa de estas
abominaciones. [13]. Tú, en cambio, te portarás bien en todo con Yavé, tu Dios.
[14].Esos pueblos que vas a desalojar escuchan a hechiceros y adivinos, pero a
ti, Yavé, tu Dios, te dio algo diferente.
Dt 18, 10 – 14
Gula.-
(29) No abuses de todo lo que te gusta, no te abalances
sobre la comida, (30) porque comer demasiado enferma y la gula produce
indigestión (31) mucha gente se ha muerto por estos excesos, mientras que los
que se moderan prolongan su vida.
Sir 37, 29-31
Pereza.-
Maldito el que ejecuta con flojera el trabajo que Yahveh le
ha encomendado.
Jr 48,10
(10) Cuando estuvimos con ustedes les dimos esta regla: el que
no quiera trabajar, que tampoco coma (11) Pero hemos sabido que algunos de
ustedes, llevan una conducta indisciplinada, muy ocupados en no hacer nada (12)
A tales personas, les mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor
Jesucristo, que trabajen tranquilamente para ganarse la vida.
2 Tes 3, 10-12
Impureza.-
[26].Por esto Dios dejó que fueran presa de pasiones
vergonzosas: ahora sus mujeres cambian las relaciones sexuales normales por
relaciones contra la naturaleza. [27].Los hombres, asimismo, dejan la relación
natural con la mujer y se apasionan los unos por los otros; practican torpezas
varones con varones, y así reciben en su propia persona el castigo merecido por
su aberración
Ro 1. 26 – 27
Con la lengua, los labios o su boca.-
(5) Así también la lengua es algo pequeño, pero puede
mucho; aquí tienen una llama que devora bosques (6) La lengua es un fuego, y es
un mundo de maldad; rige nuestro organismo y mancha a toda la persona: el fuego
del infierno se mete en ella y lo trasmite a toda nuestra vida (8) Pero nadie
ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener un
derrame de veneno mortal, con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con
ella maldecimos a los hombres hechos a imagen de Dios. (10) De la misma boca
salen la bendición y la maldición.
Stg 3, 5-10
(10) El que de veras quiera gozar la vida y vivir días
felices, guarde su lengua del mal y que de su boca no salgan palabras engañosas
1 Pe 3, 10
Contra los padres.-
[19].Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas
adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto,
honra a tu padre y a tu madre»
Mc 10, 19
Oprimir al prójimo.-
[20].No maltratarás, ni oprimirás a los extranjeros, ya que
también ustedes fueron extranjeros en tierra de Egipto. [21].No harán daño a la
viuda ni al huérfano. [22].Si ustedes lo hacen, ellos clamarán a mí, y yo
escucharé su clamor,
Ex 22, 20 – 22
[14].No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno
de tus hermanos o un forastero que se encuentre en tu tierra, en algunas de tus
ciudades. [15].Le pagarás cada día, antes de la puesta del sol, porque es pobre
y está pendiente de su salario. No sea que clame a Yavé contra ti, pues tú
cargarías con un pecado.
Dt 24, 14 – 15
Resultado de vivir en pecado
Esclavitud.-
[34]. Jesús les contestó: «En verdad, en verdad les digo:
el que vive en el pecado es esclavo del pecado.
Jn 8, 34
Enemistad con Dios.-
[2]. Sino que las maldades de ustedes han cavado un abismo
entre ustedes y su Dios. Sus pecados han hecho que él vuelva su cara para no
atenderlos.
Is 59, 2
Muerte.-
[36]. Pero el que me ofende atenta contra su vida, todos
los que me odian eligieron la muerte"
Pr 8, 36
[23]. El pecado paga un salario y es la muerte. La vida
eterna, en cambio, es el don de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rm 6, 23
[20].Dijo entonces Yavé: «Las quejas contra Sodoma y
Gomorra son enormes, y su pecado es en verdad muy grande. 19. [13].Vamos a
destruir esta ciudad, pues son enormes las quejas en su contra que han llegado
hasta Yavé, y él nos ha enviado a destruirla»
Gn 18, 20;
[56].El aguijón de la muerte es el pecado.
1º Cor 15. 56
Que hacer frente al pecado
Evitarlo.-
[2]. Aunque pequemos, somos tuyos, pues reconocemos tu
poder; pero, sabiendo que somos tuyos, evitaremos el pecado.
Sb 15, 2
Buscar la fuerza en Cristo Jesús.-
[1]. En cuanto a ti, hijo, que tu fuerza sea la gracia que
tienes en Cristo Jesús. [3]. Soporta las dificultades como un buen soldado de
Cristo Jesús. [4]. El que se alista en el ejército trata de complacer al que lo
contrató, y no se mete en negocios civiles. [5]. El atleta no será premiado si
no ha competido según el reglamento.
2º Tim 2, 1.3 – 5
Dejarnos guiar por el Espíritu Santo y reconocer nuestro
pecado
[41]. Jesús les contestó: «Si fueran ciegos, no tendrían pecado.
Pero ustedes dicen: "Vemos", y esa es la prueba de su pecado»
Jn 9, 41
[8]. Cuando Él venga, mostrará claramente a la gente del
mundo quien es pecador, quien es inocente, y quien recibe el juicio de Dios
Jn 16, 8
Respuesta de Dios frente al que confiesa su pecado
Te perdona y te da su Amor.-
[8]. El Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y
lleno de amor; [9] si se querella, no es para siempre, si guarda rencor, es
sólo por un rato. [10]. No nos trata según nuestros pecados ni nos paga según
nuestras ofensas.
Sal 103, 8 - 10
[9]. Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y
justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.
1º Jn 1, 9
[31].Vendrán a este lugar los que son acusados de algún
crimen y juran que son inocentes. Cuando se presenten en esta Casa ante tu
Altar, [32]. Escucha tú desde los cielos y haz justicia. Castiga al malo,
haciendo recaer sobre él todo el mal que hizo; pero declara inocente al que
obró rectamente, premiándolo según tu justicia. [33].Si los israelitas son
derrotados por sus enemigos por haber pecado contra ti, pero luego vuelven a ti
y confiesan su pecado, rogando y suplicando en esta Casa, [34]. Escúchalos
desde el cielo y perdona el pecado de Israel. Devuélvelos a la tierra de sus padres.
1º R 8, 31 – 34
Confesión
[4]. Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame tú de
mi pecado.
Sal 51.4 51
Oración
Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame tú
de mi pecado.
Sal
51, 4
Padre amado: Hoy me has dado la gracia de
arrepentirme de todos los pecados que he cometido a lo largo de mi vida.
Me duele profundamente en el corazón haberte
ofendido, y sé que por estos pecados injustificables merezco un castigo.
Perdóname por haber sido rebelde y desagradecido
contigo. Perdóname por rechazar tu amor incondicional, por no tener interés en
la comunión contigo, y construirme un reino meramente terrenal del cual tú
estabas excluido, haciendo entrar en mi vida, en mi familia y en el mundo: el
mal, la muerte, la violencia, el odio y el miedo.
Estoy profundamente arrepentido de mis pecados de
pensamiento, palabra, obra y omisión, de los cuales me siento plenamente
responsable, y pido tu perdón misericordioso, pues con todo esto te he ofendido
a ti, Padre amado, que eres infinitamente bueno.
Renuncio, por ello, a toda forma de pecado en mi
vida, y a seguir siendo su instrumento para dañar a los demás.
Líbrame, Señor de este mal, y concédeme la paz que
necesito, para que ayudado por tu misericordia viva siempre libre del pecado y
de su esclavitud.
Por esto, Padre, hoy vuelvo a ti y me propongo no
pecar más. Dame, Señor tu gracia y tu fortaleza para cambiar todo aquello que
debo cambiar Te entrego, Señor todas mis debilidades, y me abandono en tus
brazos de amor. Derrama sobre mí, Señor, la sangre redentora de tu Hijo amado,
para que así quede purificado de toda maldad.
Llena, Señor, todos los vacíos que hay en mi
corazón y que vanamente he tratado de llenar con todo lo malo que he hecho.
Gracias, Padre amado, porque tú me recibes con los
brazos abiertos y te alegras con mi regreso. Gracias, porque me amas tal como
soy, y me das una nueva oportunidad.
Permite, Señor, que pueda vivir siempre en tu
gracia y disfrutando de tu amistad, para que así pueda alabarte y bendecirte
sin cesar viviendo continuamente en tu presencia.
Gracias por todo lo que ya estás haciendo en mí.
Gracias, Señor y bendito seas..., en el nombre de Jesús,
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario