sábado, 15 de agosto de 2015

El ARCA de la Nueva Alianza

San Juan Damasceno (c. 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia 
Segunda Homilía para la Dormición de la Virgen María, 2,3; PG 96, 723ss
El arca de la nueva alianza entra en el templo celeste.
cf 1R 8; Ap 11,19

    En el día de hoy, el arca santa y viviente del Dios vivo, Aquella cuyo seno llevaba al Creador, descansa en el templo del Señor, templo no construido por hombres. David, su antepasado y pariente de Dios, danza de júbilo (2S 7,14). Los ángeles danzan en coro, los arcángeles aplauden y las potestades celestes cantan su gloria...

    Aquella, de la que brotó la vida en bien de todos ¿cómo podía ser presa de la muerte? Ciertamente, como hija del viejo Adán, no se exime de la sentencia de la muerte pronunciada contra él, ya que su Hijo que es la misma vida no se sustrajo a esta sentencia. Pero como Madre del Dios vivo, es justo que sea ensalzada hasta él... Aquella que recibió en su seno a la vida misma, sin principio ni fin, ¿cómo no vivirá ella eternamente? Antiguamente, nuestros primeros padres de la raza humana, embriagados con el vino de la desobediencia...el espíritu aletargado por la intemperancia del pecado, se habían dormido en el sueño de la muerte. El Señor los echó del paraíso de Edén. Ahora, Aquella que no cometió pecado alguno y que ha dado a luz al Hijo de la obediencia a Dios Padre ¿cómo no podía acogerla el paraíso abriéndole gozoso sus puertas? ... Ya que Cristo, vida y verdad, dijo: “Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo.” (Jn 12,26) ¡Cómo, con mayor razón, su Madre no compartirá su morada en el cielo!...

    Ahora, pues, “que los cielos se alegren”, que todos los ángeles aclamen. “Que la tierra exulte” (Sal 95,11), que los hombres salten de gozo. Que los aires resuenen de cantos de alegría, que la noche retire sus tinieblas y su manto de luto... Porque la ciudad viva del Señor, Dios de potestades, ha sido exaltada. Del santuario de Sión, los reyes traen su regalo inestimable (Sal 67,30). Los príncipes de toda la tierra, los apóstoles, acompañan a la Madre de Dios sin cesar.

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