"¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras."
Tu palabra. Es esta una larga meditación, el salmo más largo de todo el salterio -ya que los jóvenes son generosos en dar su vida y su tiempo- y está centrada en la Santa Ley. Para resaltar sus diversos aspectos, este reposado estudio usa diversas palabras con el mismo sentido fundamental: leyes, estatutos, mandatos, voluntad, decretos, preceptos, promesas, palabra. Estas ocho palabras se van tejiendo en estrofas acrósticas, según las letras del alfabeto hebreo, con la repetición amorosa del joven estudiante que quiere penetrar los secretos de la Ley divina y el misterio de la vida humana.
"Bendito eres, Señor; enséñame tus leyes;
mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca;
mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas;
medito tus decretos y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras."
Tu divina voluntad, Señor, es la luz de mi vida. Quiero conocerla, aceptarla, llevarla a la práctica día a día y hora a hora. Quiero penetrar en la profundidad de tus designios y alegrarme por la ejecución de tus deseos. Quiero identificarme con tu voluntad.
"¡Cuánto amo tu voluntad!
Todo el día la estoy meditando."
Y toda la vida. Contemplación y estudio que nunca acaban, porque tu voluntad es tu propia esencia, eres tú mismo en la infinitud de tu ser. Contemplación y estudio que son entendimiento y adoración y traen la sabiduría y el gozo al corazón del joven que entrega a ello lo mejor de su vida., y así se atreve a decir con optimismo y alegría:
"Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos;
soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes."
Enséñame, Señor, a reconocer tu voluntad en las leyes de la naturaleza y en los accidentes de la vida, en las normas que rigen a los pueblos y en los sucesos que llenan el día, en las órdenes de la autoridad y en los impulsos de mi propio corazón. Tu voluntad es todo lo que sucede, porque tú estás en todas las cosas y tu dominio es supremo. Verte a ti en todas las cosas y reconocer tu voluntad en todos los acontecimientos es el camino de la sabiduría, la felicidad y la paz. Hazme aprender esa lección fundamental en la meditación reposada de las profundidades de tu Ley.
"Que llegue mi clamor a tu presencia;
Señor, con tus palabras dame inteligencia.
De mis labios brote la alabanza,
porque me enseñaste tus leyes;
mi lengua canta tu fidelidad,
porque todos tus preceptos son justos.
Tu voluntad es mi delicia."
Que tu voluntad haga siempre mis delicias, Señor.
Carlos G Valles, jesuita. Publicado por WEB Carlos G Valles
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