jueves, 15 de septiembre de 2016

COMPRENDIENDO LA PALABRA 150916

San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos
Himno 25, María en el camino de la cruz
«Y a tí misma, una espada te traspasará el corazón»

    Oveja contemplando a su cordero que es llevado al matadero (Is 53,7), consumida de dolor; le seguía, con las demás  mujeres, clamando así: «¿Adónde vas, hijo mío? ¿Por qué acabas de esta manera tu corta vida (Sl 18,6)? Todavía hay, en Caná, otras bodas, ¿es allí que tú vas ahora, tan rápidamente para hacer, de nuevo, vino del agua? ¿Te puedo acompañar, hijo mío, o es mejor que espere? Dime una palabra, Verbo, no pases delante de mí en silencio…, tú, que eres mi hijo y mi Dios…

    «Tú vas hacia una muerte injusta y nadie comparte tu sufrimiento. Pedro no te acompaña ahora, él que decía: « Aunque tuviera que morir, yo jamás te negaré » (Mt 26,35). Te ha abandonado ese Tomás que exclamaba: «Muramos con él » (Jn 11,6).  Y también los demás, los íntimos, ellos que han de juzgar a las doce tribus (Mt 19,28), ¿dónde están, ahora? No ha quedado ninguno; y tú, completamente solo, hijo mío, mueres por todos. Es tu salario por haber salvado a todos los hombres y haberles servido, hijo mío y Dios mío.»

    Girándose hacia María, aquél que salió de ella, exclamó: «¿Por qué lloras, madre ?… Yo, ¿no sufrir? ¿no morir? ¿Cómo podría salvar a Adán? ¿Dejar de habitar el sepulcro? ¿Cómo devolvería la vida a los que permanecen en el país de los muertos? ¿Por qué lloras? Mejor que grites: ‘Él sufre voluntariamente, mi hijo y mi Dios’. Virgen sensata, no te vuelvas semejante a las insensatas (Mt 25,1s); tú estás dentro de la sala de bodas, no reacciones, pues, como si estuvieras fuera… No llores más, pues es mejor que digas: ‘Ten piedad de Adán, sé misericordioso con Eva, tú, mi hijo y mi Dios.’

    « Ten  la seguridad, madre, que tú serás la primera en verme salir del sepulcro. Vendré a mostrarte de qué males he rescatado a Adán, qué de sudores he derramado por él. A mis amigos les revelaré el sentido de las señales que verán en mis manos. Entonces, tú verás a Eva como en otros tiempos.

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