sábado, 4 de marzo de 2017

Meditación: Lucas 5, 27-32


Todo el que realmente lo quiera, puede entregarse a Dios.

Hasta el pecador más empedernido, soberbio o endurecido, al verse frente a frente a la condenación, puede ser transformado por el amor de Cristo. Esta es la lección que podemos sacar del encuentro de Jesús con el publicano Leví, cuando el Señor quiso sentarse a cenar con él y sus amigos “pecadores”. Poniendo en práctica el consejo del profeta de no acusar ni levantar calumnia, Jesús aceptaba a todos y trataba de llevarles el toque sanador de su Padre.

Jesús no se inquietaba tanto por los pecados ni la conducta mal orientada de Leví, sino por la apertura que éste pudiera tener para arrepentirse y cambiar de corazón. No se sintió desanimado por la vida que llevaba Leví, porque jamás había evitado a los “impuros” o pecadores, ni temía que éstos fueran a manchar su propia pureza; jamás condenaba a los pecadores señalándolos con el dedo, más bien les hablaba con amor y les brindaba la pureza del Evangelio.

A veces sucede que cuando vemos la conducta pecaminosa de otras personas, reaccionamos haciéndoles el vacío. Cuántos de nosotros hemos evitado juntarnos con amigos o parientes de conducta cuestionable con el fin de “dejar en claro” nuestra posición, o hemos dejado de invitar a casa a personas cuya vida inmoral nos molesta. Muchos continuamos abrigando rencores y negándonos a relacionarnos con quienes han pecado en contra nuestra. Sin embargo, hemos de preguntarnos si esas actitudes han servido para que estas personas, a quienes hemos tratado de impresionar, se convirtieran al Evangelio.

Jesús nos dio ejemplo de cómo hemos de llegar a los demás. A pesar de no haber comprometido jamás la verdad ni sugerir que uno pase por alto las leyes de Dios, trató a todos con misericordia y respeto, fueran cuales fueran los pecados que llevaran consigo.

Lo que tenemos que hacer es aprender a salir de nosotros mismos y amar a los demás como lo hizo Jesús. Hermano, no juzgues a nadie; solamente demuestra el amor de Cristo y te sorprenderá lo poderoso que resulta el efecto que tu actitud puede tener en los demás. No hay nadie que no pueda adoptar una vida de rectitud mediante el amor y la fidelidad de Cristo Jesús.
“Espíritu Santo, concédeme tener un corazón humilde y dócil en esta Cuaresma, para vivir según los principios que nos da la Palabra de Dios.”
Isaías 58, 9-14
Salmo 86(85), 1-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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