Grande… temible… alianza. ¿No te parece extraña esta forma de iniciar una oración de arrepentimiento? Sin embargo, Daniel lo hizo para proclamar confiadamente el amor de Dios antes de confesar sus propios pecados y los de su pueblo.
¿Cómo podía tener Daniel la certeza de que Dios lo iba a perdonar? Posiblemente porque la historia estaba de su lado. Una y otra vez, Dios le había mostrado a Daniel cuánto lo amaba y lo demostró permitiéndole obtener puestos importantes en un reino de gentiles; además lo salvó del foso de los leones y de la conspiración que había para matarlo. Claramente, Dios se había comprometido a proteger a Daniel.
Daniel no tuvo dificultad en ser honesto y confesar sus pecados y los del pueblo. No se guardó ningún secreto, aunque sabía que la justicia no estaba precisamente de su lado (Daniel 9, 7). Habiendo experimentado una y otra vez la misericordia divina por la alianza que Dios tenía con su pueblo, y porque confiaba en que estaba a salvo en la presencia de Dios, sabía que podía presentarse ante él con un corazón limpio.
¿Cómo es Dios para ti? Si piensas que es nada más que un juez inflexible y exigente, evitarás acercarte a él o te sentirás muy culpable y en tu oración personal no harás más que confesar tus pecados y lamentar tu falta de fe.
¡No caigas en ninguna de esas dos trampas! Tu Padre celestial es sumamente bueno y generoso como para eso. Toma a Daniel como ejemplo. Sí, es cierto que Dios juzgará a los buenos y a los malos, pero cree también que es en realidad un Padre bondadoso y compasivo. Piensa en todas las veces en que te ha demostrado bondad en tu vida, piensa que Jesús quiso sufrir en la cruz para que tú fueras redimido. Él no habría soportado todo ese sufrimiento para luego no perdonarte, ¿no te parece?
Así que proclama y confía en la misericordia y el amor de Dios. Preséntate ante él y confiésale tus pecados. No temas que te vaya a condenar. Solo recuerda las palabras de Daniel y todo saldrá bien: “De nuestro Dios es el tener misericordia y perdonar.” (Daniel 9, 9).
“Señor Jesús, ayúdame a depositar mis pecados a tus pies para que yo viva una verdadera libertad.”
Salmo 79(78), 8-9. 11. 13
Lucas 6, 36-38
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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