Jesús les dio un claro mensaje a sus discípulos: él no había venido a abolir la ley ni los profetas. No quería eliminar nada; venía a dar plenitud. Demos gracias al Señor por la forma en que él da plenitud a todas las cosas:
“Señor Jesús, gracias porque viniste a cumplir cabalmente la ley. Fuiste perfecto en la forma en que amaste a Dios y amaste a tu prójimo. Tu amor fue tan profundo que te ofreciste en la cruz para que nosotros pudiéramos reconciliarnos con tu Padre que está en el cielo.
Gracias, Señor, también porque el ser humano era en realidad incapaz de cumplir tus leyes y hacer tu voluntad, pero tú, en tu santa humanidad, cumpliste a plenitud la voluntad del Padre.
“Gracias Señor, porque no te detuviste ahí. También nos mostraste cómo hemos de cumplir nosotros el sentido de la ley. Cada una de tus enseñanzas nos mostró cómo podemos amar a Dios y a nuestro prójimo tal como tú lo hiciste. Tú sanaste y perdonaste, tendiste la mano a los marginados, obedeciste la voluntad de tu Padre; cumpliste la ley y también nos enseñaste a nosotros a cumplirla.
“Y eso no fue todo, Señor. También diste cumplimiento perfecto a las palabras de los profetas. Tú eres el ‘sí’ a cada una de las promesas de Dios. Tú eres Emmanuel, Dios con nosotros, concebido por la Virgen María. Tú eres el Hijo de David, nacido en Belén, que vino a establecer un reino eterno de paz y amor. Tú eres el siervo escogido por Dios, que trae justicia y sanidad a todos.
“Divino Jesús, tú viniste incluso a darme plenitud a mí. Gracias por crearme con un potencial increíble. Tú me has concedido la capacidad de conocerte; me has dado dones específicos y talentos para glorificarte. Tú me ayudas cada día a descubrirlos y me enseñas a desarrollarlos. Tú me ayudas a vencer el pecado para reconocer tus dones en otras personas. Tú me enseñas a rezar y amar a Dios para crecer como la persona que tú quieres que yo sea.
“Amado Jesús, te doy gracias y te alabo. Tú has venido a darle plenitud a todas las cosas. Gracias porque has cumplido tu promesa para mí también. Tú me has creado, me amas y anhelas que yo sea todo lo que tú anhelabas que yo fuera al crearme.”
“Señor, te doy infinitas gracias porque sé que yo, por mucho que lo quiera o lo intente, jamás podré cumplir todos los mandamientos de la Ley, pero sé que tú los has cumplido por mí y que tú eres mi plenitud.”
Deuteronomio 4, 1. 5-9
Salmo 147, 12-13. 15-16. 19-20
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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