viernes, 15 de marzo de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 150319


«Mediante su cruz, en su persona, dio muerte al odio»

Cristo dio la vida por ti, ¿y tú continúas aborreciendo al que es un servidor como tú? ¿Cómo puedes acercarte a la mesa de la paz? Tu Maestro no dudo en soportar por ti todos los sufrimientos, ¿y tú, rechazas incluso renunciar a tu cólera?... «¡Fulano me ha ofendido gravemente, dices tú, ha sido tantas veces injusto conmigo, e incluso me ha amenazado de muerte!» ¿Qué es esto? Todavía no te ha crucificado tal como sus enemigos crucificaron al Señor.
Si no perdonas las ofensas recibidas de tu prójimo, tampoco tu Padre que está en los cielos te perdonará tus faltas (Mt 6,15). ¿Qué es lo que dice tu conciencia cuando pronuncias estas palabras: «Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre» y lo que sigue? Cristo no ha hecho diferencias: derramó su sangre también para los que derramaron la suya. ¿Podrás tú hacer algo semejante? Cuando no quieres perdonar a tu enemigo, te haces daño a ti mismo, no a él...; lo que estás preparando es un castigo para ti mismo el día del juicio...
Escucha lo que dice el Señor: «Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda»... Porque el Hijo del hombre ha venido al mundo para reconciliar a la humanidad con su Padre. Es así como lo dice san Pablo: «Ahora Dios ha reconciliado consigo todas las cosas» (Col, 1,22); «mediante su cruz, en su persona, dio muerte al odio» (Ef 2,16).


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la traición de Judas, 2, 6; PG 49, 390

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