“¿No debías, a tu regreso, tener compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?”
Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados... Dios, en este mundo, padece frío y hambre en la persona de todos los pobres, como dijo él mismo (Mt 25,40)...
¿Cómo somos nosotros, que, cuando Dios nos da, queremos recibir y, cuando nos pide, no le queremos dar? Porque, cuando un pobre pasa hambre, es Cristo quien pasa necesidad, como dijo él mismo: Tuve hambre, y no me disteis de comer. No apartes, pues, tu mirada de la miseria de los pobres, si quieres esperar confiado el perdón de los pecados... y lo que reciba aquí en la tierra lo devolverá luego en el cielo.
Os pregunto, hermanos, ¿qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la iglesia? Ciertamente la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena, y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquél un bocado, tú la vida eterna...Por esto, cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podéis, según vuestras posibilidades.
San Cesáreo de Arlés (470-543)
monje y obispo
Sermón 25, SC 243 (trad. Breviario lunes 17 del tiempo ordinario)
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