“Los milagros son señales para nuestra conversión; Dios realiza señales en todo momento: quien no ve o no cree continúa pidiendo señales espectaculares. Es como aquel niño que tiene, al mediodía, delante de si la mesa servida, la comida que la madre hizo con mucho cariño. Pero el pequeño reclama, llora y quiere una sobremesa extraordinaria, que no está allí y que en aquel día la madre no hizo. Es cruel la actitud de ese niño y la madre queda con el corazón entristecido. Es eso lo que hacemos con Dios cuando pedimos milagros espectaculares, delante del milagro de la vida, que no nos permite despertarnos todos los días y continuar respirando.
Lucas 11, 29-32
p. Joãozinho scj
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