Pedro pensó que era muy generoso. Perdonar a alguien siete veces realmente parece mucho, ¿no es así? La verdad es que perdonar una y otra vez las ofensas es algo que no nos nace por naturaleza, como lo vemos claramente en la parábola de Jesús sobre el siervo despiadado, a quien se le perdonó una deuda tan grande que jamás la podría pagar, y a pesar de recibir tanta generosidad, él no fue capaz de perdonar con la misma generosidad a un compañero que le debía una suma pequeña.
Jesús conoce nuestras debilidades y no se sorprende por las veces en que se nos olvida lo que él ha hecho por nosotros y no somos capaces de perdonar a otros. Pero de cualquier manera nos pide que tengamos misericordia.
Es cierto que el perdonar no es algo natural en el ser humano. Tenemos que esforzarnos para hacerlo. Al igual que a un niño pequeño se le debe recordar una y otra vez que debe apagar la luz cuando sale de una habitación, nosotros debemos intentarlo una y otra vez hasta que el perdón se convierta en un hábito. Sabemos que Jesús nos dio el mandamiento e incluso sabemos por qué debemos hacerlo. Simplemente esa realidad no hace que las cosas sean más fáciles, todo lo que podemos hacer es practicar.
Pero hay una buena noticia: la práctica de la misericordia nos quebranta, en el buen sentido de la palabra: Nos libera de nuestro hábito de aferrarnos a disgustos, heridas y resentimientos. Lo bueno de practicar algo es que cada vez lo hacemos mejor. Pero, ¿qué sucede si no percibes el sentido de gratitud hacia el Señor que te hace más fácil perdonar? No permitas que eso te detenga, ni lo utilices como excusa para no perdonar. Tal vez aún sea difícil; tal vez te parezca que no puedes perdonar desde lo más profundo del corazón. Es posible que solo puedas decir: “Señor, te pido que me des la voluntad de perdonar.” Sigue intentando y verás cómo progresas.
Hoy tendrás muchas oportunidades para practicar el perdón. Simplemente hazlo. Toma la decisión de dejar de lado las razones por las que creas que no deberías perdonar. Con cada paso que des, el perdón te sanará a ti y también a la persona a quien perdonaste. Recuerda: la práctica perfecciona
“Amado Jesús, sé que tengo mucho por hacer todavía. Cambia mi corazón y abre mis ojos para que yo aprenda a perdonar hoy.”
Daniel 3, 25. 34-43
Salmo 25(24), 4-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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