domingo, 17 de septiembre de 2017

Meditación: Mateo 18, 21-35


XXIV Domingo del tiempo Ordinario

Dios envió a su único Hijo a morir para salvarnos de nuestros propios pecados, y el Señor lo hizo aceptando en su cuerpo el castigo que merecíamos los humanos. Dios tuvo piedad de nosotros y no nos condenó; ahora lo único que nos pide es que demostremos un sincero arrepentimiento, cambiemos de conducta y recibamos con fe el amor inmerecido que generosamente nos prodiga.

Jesús dio su vida para pagar por nuestros pecados y para que supiéramos que somos perdonados. Cuando Dios mira a los fieles y ve la Sangre de Jesús que nos cubre, nos mira con clemencia y compasión. Por mucho que lo hayamos ofendido, por mucho que nuestras faltas merezcan un castigo severo, el corazón de Dios siempre se enternece cuando ve que sus hijos se arrepienten y lavan sus faltas en la Sangre de Cristo. Allí es donde la justicia da paso a la misericordia y la condenación cede ante el perdón. La clemencia de Dios llega a los que se la piden de corazón, que en su interior detestan su estado pecaminoso.

¿Has experimentado tú la misericordia de Dios? Uno sabe que la ha experimentado cuando puede pasar por alto las faltas de familiares y amigos y perdonar las ofensas recibidas. Hermano, recuerda que has sido rescatado de la muerte sin merecerlo. ¿Cómo no vas a tener la misma compasión con los que pecan contra ti? Porque así como tu arrepentimiento hace presente el Reino de Dios en tu vida, del mismo modo tu misericordia brinda al mundo la gracia de ese Reino.

¡Dios te ama con amor eterno! Te compró para sí por un precio inigualable: Entregó la vida de su Hijo único en rescate por la tuya. Mientras más claramente vayas entendiendo lo mucho que le costó a Dios asegurar tu perdón, más firmemente abrigarás la esperanza de tu salvación. Nunca la consideres algo insignificante. Que siempre sea para ti una fuente de gozo y consuelo.
“Espíritu Santo, abre mis ojos para darme cuenta del precio que Jesús pagó por mi salvación, y para ser comprensivo y misericordioso con mis semejantes.”
Eclesiástico 27, 30-28, 7
Salmo 103(102), 1-4. 9-12
Romanos 14, 7-9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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