domingo, 1 de octubre de 2017

Meditación: Mateo 21, 28-32













XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

A veces nos comprometemos a hacer algo, pero no llegamos nunca a cumplirlo; o bien prometemos no hacer algo y luego lo hacemos. Ambas formas de conducta demuestran debilidad de carácter.

Jesús, nuestro Señor, siempre hizo la voluntad del Padre, se encomendó a Dios para obedecerle y cumplió fielmente los designios del Todopoderoso. Se perfeccionó esforzándose constantemente por complacer al Padre, ganando así para nosotros la salvación y la reconciliación con Dios.

Jamás pensó en hacer su propia voluntad en lugar de la del Padre, como lo hacemos nosotros. Fue tentado, sí, y sufrió, pero “no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina”, sino que “se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz” (Filipenses 2, 6. 8).

En la cruz, Cristo nos mostró el camino de la obediencia al Padre; de modo que hoy sólo nos queda recibir la gracia que él nos ofrece como herencia de hijos de Dios. Esta es precisamente la razón por la cual nos creó, de modo que no tenemos por qué tener miedo ante situaciones difíciles. Sólo hemos de mirar a Cristo, sin temor al fracaso ni a lo que podamos perder, sino dar lo mejor que tenemos. Y si fallamos, podemos arrepentirnos y recibir la fortaleza del Señor.

Dios, nuestro Padre, quiere salvarnos; por eso nos ofrece un camino para volver a su lado, y está continuamente invitándonos a dejar el pecado, arrepentirnos y reconciliarnos con él: “Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida” (Ezequiel 18, 27). En la Sagrada Eucaristía, adoramos y honramos a Jesús; le pedimos misericordia y recibimos su fortaleza. Cristo pagó un precio enorme por nosotros, porque estuvo dispuesto a cumplir la voluntad del Padre y llevarla a cabo a pesar del sufrimiento. Tan grande es su amor que no dudó en cumplir el plan de Dios para nuestra salvación.
“Amado Jesús, tu Cuerpo y tu Sangre son nuestra garantía de que un día recibiremos todo lo que realmente buscamos y anhelamos.”
Ezequiel 18, 25-28
Salmo 25(24), 4-5. 8-10. 14
Filipenses 2, 1-11

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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