martes, 14 de julio de 2015
Buscando EQUILIBRIO
Dos imágenes fueron impresas en mi corazón durante la Eucaristía de las Comunidades.
Quiero compartirles en éste momento la primera de ellas.
"Una cantidad incontable de "balanzas antiguas" llenaban el lugar.
Balanzas conformadas por dos platos.
Todas mostraban un gran desequilibrio de pesos.
Un plato muy arriba, el otro muy abajo."
Mi oración fue movida a pedir al Señor equilibrase en mi, -en todos-,
aquello que no había encontrado su justo equilibrio.
Cuando se presentan estas imágenes de gran sencillez se corre el riesgo de tener una mirada y un discernimiento demasiado simple. Y por cierto, siempre es simple cuando el discernimiento es fruto de la Luz del Espíritu Santo; pero es necesario caer en la cuenta que nuestros sentidos acarrean una "corrupción original" y podemos ser arrastrados por juicios que, aunque buenos,
no responden acabadamente a la "imagen regalada en la oración"
Pensé que estaba en una "asamblea con mucho desequilibrio físico", o "desequilibrios afectivos" o "emotivos..." ¡y claro! ¿qué otra cosa se puede encontrar en una misa donde muchos asisten pensando que se trata de una "Misa de Sanación?
Había mucho de todo eso!
Pero esencialmente la pregunta debía ser: "Señor, ¿sólo se trata de eso?, Te lo entrego Jesús, te entrego todos esos desequilibrios..., pero, ¿sólo se trata de eso?"
Debemos ir más allá.
Toda imagen, toda palabra, toda intuición, toda moción,
toda "voz" escuchada en los momentos de intercesión debe ir más al fondo.
El primer desequilibrio que el Señor nos muestra es el provocado por el "pecado original".
Ésa es la raíz de todo desequilibrio.
Pensados y creados para estar, vivir y movernos en armonía con el Señor,
todo fue quebrado por el pecado original.
Nacemos con el desequilibrio en nuestras entrañas.
Nadie llega equilibrado.
Y nadie, si no es por pura gracia de Dios, permanece en equilibrio.
Entonces la oración adquiere un clamor primario.
"Señor, en ésta noche ven a liberarnos del desequilibrio original..."
Ven a iluminar mis oscuridades para reconocer el pecado que hay en mi.
Y es ése el punto de partida de la oración de intercesión que debe seguir.
El p. Tardif solía decir que la Renovación era el gran zoológico de la Iglesia. En ella estamos todos los especímenes. Y lo es.
No es rara tampoco la expresión que somos el lugar donde se congregan los "desequilibrados".
Es posible que así sea.,
Asumo el pensamiento de Mons. Taveira, responsable de la RCC en el Brasil,
quien sostiene que la "renovación es la puerta más abierta que tiene la iglesia".
Creo firmemente eso.
Cuando la puerta está abierta,
cuando no hay "aduana", entra todo.
El Espíritu Santo otorga tal libertad al corazón que es posible abrazar todo y a todos.
Es el ejercicio que nos devuelve el "corazón misericordioso" perdido por el pecado.
Una inmensa mayoría, -diría que casi todos- pasamos por una etapa,
por un proceso de aceptación del "ser carismáticos".
Decía Tardif, -ya lo sostenía también el cardenal Suenens-,
que la renovación quita reputación, separa del club de los selectos,
pero bendito proceso y bendito dolor que nos otorga libertad interior,
vida, alegría, visión nueva,
amor renovado, deseo de seguimiento, abandono total en Jesús.
Señor, gracias porque has abierto las puertas de nuestros corazones
que hay lugar para todos!
Ven sobre cada uno de nosotros, Hueéped del Alma,
y haz morada en nuestros corazones.
Toma posesión de nuestras vidas.
Equilibra lo que ha roto el pecado,
la raíz misma de nuestros desequilibrios ven a sanar.
Con Tu poder, con Tu Amor,
con Tu Gracia,
hazme nueva criatura y déjame descansar en Ti.
Amén
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