martes, 4 de agosto de 2015

Dones de Fe y Milagros - Parte XIII

CONTIGO ME SIENTO FUERTE.
CON MI DIOS VENZO CUALQUIER BARRERA

Parte XIII

¿Cuál es nuestra fuerza para resistir a tantas tribulaciones, angustias y sufrimientos que la vida trae? Es por saber de nuestra limitación que Dios colocó su Misericordia al alcance de todos los que la buscan con humildad. Y eso cambia todo, pues las tribulaciones terminan por volverse oportunidades de ejercitar la fe y reconocer que dependemos, en todo, del amor del Padre. Solamente la persona que descubre este secreto recibe la fuerza para resistir a todos los ataques de aquellos enemigos que, sin Dios, jamás podría vencer. Eso vale de una manera especial para quien sufre muchas tentaciones en el campo de la sexualidad. Si, en el momento de la tentación, la persona no recurre a Dios con toda confianza ciertamente no podrá aguantar. Esa tentación es tan cobarde y violenta que nos hace olvidar todo el bien que el Señor nos concede, de todas las promesas que le hicimos y nos hace ignorar las consecuencias que vendrán después de caer en el pecado. Es un tipo de tentación que se junta con nuestras carencias y deseos y nos arrastra a no respetar nuestro cuerpo y el cuerpo ajeno. Quien no se nutre de la fe y no pide ayuda a Dios, no podrá resistir. Nuestro único escudo para apagar las flechas ardientes del Maligno es la fe (cfr. Ef 6,16). San Agustín reconoció que nadie puede ser casto, en el cuerpo y en el corazón, si no fuese por don de Dios. Y el Espíritu Santo, que enseño el camino a Salomón, también a nosotros nos lo enseñará ahora: consciente de no poder poseer la sabiduría, a no ser por don de Dios (y ya era inteligencia el saber de dónde viene el don) yo me volví al Señor y, desde el fondo de mi corazón, le supliqué (cfr. Sab 8,21). Es una enseñanza simple e infalible: hay bienes que solo iremos a obtener mediante la súplica. Tal como la sabiduría, el equilibrio sexual es un tesoro que no alcanzaremos si Dios no nos lo entrega a nosotros. Por eso, necesitamos, en oración, pedir ese favor al Señor. La castidad nace del encuentro entre la gracia divina y nuestra fe. Es don del Espíritu Santo, pero también es querer y esfuerzo nuestro. Por lo tanto, no tiene más disculpas quien acostumbra decir no poseer fuerzas para soportar las tentaciones. Si no tenemos las fuerzas, explica Santiago, es porque no las pedimos: “No obtienes porque no pides” (Sant. 4,2) Es verdad que somos frágiles, pero también es verdad que Dios es fiel y no permitirá que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas (cfr. 1 Cor 10,13) La fe es la fuerza que Dios nos concede para vencer la tentación. Es del Espíritu Santo que nos viene la resistencia, la solidez, el dinamismo y la energía que nos vuelve vivos y vibrantes. Si le suplicamos, Él nos llenará con todo eso y así conseguiremos todas las cosas que precisamos.



Del libro: “Dons de Fé e Milagres”

Márcio Mendes

Editorial Cançao Nova



Adaptación Del original em português.

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