La peor herida que traemos, es la herida del pecado. Esta herida solo se puede sanar con el perdón y la absolución de los pecados
La Palabra meditada está en Marcos 2,1-12
Jesús dijo una vez: ” Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza” Mt 11, 21. Pero vuestras iniquidades hacen separación entre tí y vuestro Dios, y vuestros pecados cubren su rostro de ustedes, para que no los escuche y muchos no crean. Como el siervo del oficial: “Yo no soy digno de que entres en mi casa” el paralítico que fue llevado en una hamaca por el tejado”.
La primera característica de un verdadero cristiano, es que lleva a los otros a Dios. Cuando llevaron al paralítico hasta Jesús, ellos eran cuatro, y cuando llegaron a su casa, eran una multitud. Si ellos no fuesen amigos, hubieran dicho: “vámonos, nunca lograremos entrar en esa casa”. Pero ellos dijeron: “pasemos por el techo”. Ellos eran amigos. El amigo ama en todo tiempo y en la desgracia se vuelve un hermano. Hubo momentos en mi vida en que tuve esos cuatro amigos. ¿Quien nunca pasó por una enfermedad o una dificultad financiera? Yo agradezco por mis amigos. ¡Cómo es bueno ser cargado, cuando no tienes más fuerzas!
La segunda característica de un verdadero cristiano, es su fe. Cuando llevaron al paralítico, dos bajaron y los otros dos amigos se quedaron encima del techo. ¡Imagínate el miedo de ese paralítico!. Seguramente pensaba: “No puedo caminar, ahora me voy a romper la cabeza”. Yo me maravillo al ver la fe de esos cuatro amigos. Tenían una fe verdadera, una fe activa. No se dejaron vencer por las dificultades. Lo más bonito es que hicieron un trabajo en equipo. ¿Sabes que es lo más difícil en la Iglesia? Es no ver un trabajo de equipo.
Hoy, parece que nadie se preocupa por nadie. ¡Cómo es bueno cuando encontramos a alguien que nos ve, que ve nuestro dolor y nos dice: “Yo quiero ayudarte”. Es un amor verdadero, no quiere nada a cambio. Ese amor que el mundo olvidó. Pero no nos podemos olvidar. Esta es la caridad que no nos podemos olvidar.
La tercera característica del verdadero cristiano, es la perseverancia. No existe cristiano sin perseverancia. No es aquel que nunca cayó, que nunca se equivocó, sino aquél que persevera en la fe hasta el fin.
Cuarta característica que necesita haber en el cristiano: comunión. Quien es siervo, tiene que hacer el papel de comunión y de equipo. Cuando vamos a la plaza de San Pedro, en Roma, vemos las dos columnas de San Pedro y San Pablo, donde ellos fueron martirizados. Para Dios es grande quien lleva al otro hasta Jesús. SI quieres ser reconocido como cristiano, no es necesario estar al frente, sino que seas siervo. Tu lugar no es en este mundo, es en el cielo, por eso, se servidor.
Quinta característica que el cristiano necesita tener y que vi en estos cuatro hombres: osadía. El cristiano necesita ser osado, sin ser inconveniente. Una persona osada que no se detiene frente a las barreras.
El pecado nos paraliza. “Pero vuestras iniquidades hacen separación entre ustedes y vuestro Dios, y vuestros pecados cubren su rostro, para que no los escuche” (Isaías 59). El pecado es una parálisis que nos impide caminar. Es como si la persona tuviese una lluvia de gracia pero con el paraguas abierto. Solo Dios puede perdonar nuestros pecados. Apenas el Señor vio al paralítico, perdonó sus pecados y le dijo a los fariseos: ¿qué es más fácil decir: tus pecados están perdonados, o anda y levántate? El primer paso para la sanación es el perdón. No te alejes del confesionario. El pecado debilita nuestra alma.
Jesús quiere sanar tu parálisis. El quiere que salgas de la comodidad. Cada vez que lleves al otro hacia Jesús, también serás sanado. Toda vez que tengas una enfermedad, lleva a alguien a Jesús A veces tus llagas, son más grandes que las de aquel enfermo, pero es cuando sales de ti para amar al otro, que Dios te sanará. La peor herida que traemos, es la herida del pecado. Esta herida solo se puede sanar con el perdón y la absolución de los pecados, por el sacramento de la confesión.
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