lunes, 12 de octubre de 2015

Lucas 11, 29-32

“Si yo hubiera vivido cuando el Señor anduvo en la tierra habría estado pendiente de sus palabras y me habría fijado en todo lo que hacía. ¡Ojalá hubiera estado allí para haber visto alguno de sus milagros! Yo nunca le habría cuestionado nada. ¡Qué lástima que ya terminó el tiempo de los milagros.”

Pero… ¿sabes qué? ¡Jesús camina por la tierra hoy mismo! Su Cuerpo prospera cuando sus miembros en la Iglesia se demuestran bondad y solidaridad, y son testimonio de su presencia con más fuerza que una sola persona. Y lo mejor de todo es que su Cuerpo está realmente sobre el altar en cada Misa que se celebra.

¿Terminó el tiempo de los milagros? El Señor prometió: “El que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores” (Juan 14, 12), porque todavía está dedicado a hacer milagros, a veces en respuesta a la oración y a veces a través de sus servidores cuando son portadores de su presencia. No importa cómo lo hace, pero Jesús todavía está sanando enfermedades incurables, reconciliando a las personas después de años de alejamiento y suscitando el arrepentimiento en los corazones más endurecidos.

Muchas veces podemos percibir la mano de Dios más claramente cuando damos una mirada retrospectiva durante un tiempo. No todos los milagros son instantáneos; muchos nos pasan desapercibidos hasta que comparamos los asombrosos resultados con los escasos recursos de nuestra humanidad. Es verdad que mientras más nos fijamos, más signos y milagros podemos ver. Jesús viene a nosotros en momentos determinados, como en la Misa diaria o en el tiempo de oración personal. Pero también viene a nosotros cuando menos lo esperamos. Para recibir bien su presencia tal vez tengamos que postergar algunos planes y propósitos, pero siempre vale la pena hacerlo.

¿Quieres tú ver milagros hoy día? Comienza a rezar diciendo: “Señor mío Jesucristo, sé que hoy te encontraré. Ayúdame a reconocerte sin demora y responder con fe.” Luego, al atardecer, piensa en lo sucedido en el día y te sorprenderá ver todas las formas en que el Señor estuvo actuando.
“Señor y Salvador mío, tú sigues siendo la Palabra de Dios que habita entre nosotros. Abre mis ojos para verte, Señor, y mi corazón para responderte bien. Señor, si quieres, yo puedo ser un instrumento tuyo hoy día.”
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros - octubre 2015

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