jueves, 8 de octubre de 2015

MENTIRAS QUE PARECEN VERDAD

Podemos pasarnos la vida entera creando mentiras sobre nosotros mismos y escondiéndonos detrás de mentiras que parecen verdades.

Un sentimiento de inferioridad delante de los otros, la incapacidad de decidir y hacer elecciones delante de las circunstancias de la vida, el aislamiento, la depresión, el mal humor constante, los sentimientos de culpa, la falta de perspectiva delante del futuro, el desánimo, la irritabilidad frecuente, la agresividad contra sí mismo y contra los otros, la pérdida de interés y de alegría, la ausencia de autoestima y del sentido de la vida... Esas son algunas de las señales de que algo no va bien en nosotros. Son señales concretas de que, en algún momento a lo largo del camino nos perdimos a nosotros mismos y de dar un nuevo rumbo a nuestra historia, delante de la cual siempre tenemos la tendencia a colocarnos en el papel de víctimas.

Si conseguimos identificar que vivimos algunas de estas situaciones descritas arriba, es señal de que estamos viviendo una mentira existencial. Sea por traumas vividos en el pasado, sea por dificultades de lidias con las situaciones del presente, en algún momento salimos de la ruta, negamos nuestra consciencia y, sin percibirlo, abrimos la mano a la responsabilidad que tenemos sobre nuestra propia vida. Comenzamos a mentir, negando y acumulando nuestro propio "yo" para escondernos detrás de síntomas que podemos cargar por mucho tiempo. Podemos pasar una vida entera creando mentiras para nosotros mismos y nos escondemos detrás de "falsas verdades".

Con la psicología aprendemos que "neurósis" es una mentira olvidada en la cual creemos y de la cual necesitamos liberarnos, sino viviremos siempre como agentes pasivos y nunca como autores de nuestra propia historia. Necesitamos reconciliarnos con la verdad de nuestra existencia y tomar las riendas de nuestra vida en nuestras manos; y el medio más eficaz de librarnos de esas mentiras es la confesión. No apenas la confesión sacramental, como también de acto de contarnos a nosotros mismos nuestras propias historias, contárselas a alguien y a Dios.

Nuestra vida es una narración, que debe ser escrita por nosotros bajo la luz del Espíritu Santo, a quien debemos recurrir siempre para que Él nos de la gracia de conocer la verdad sobre nosotros mismos.
Dios es mayor que cualquier circunstancia que halla acontecido y mayor que cualquier mentira que un día alguien pudo habernos contado. Jesús quiere siempre guiarnos por el camino de la verdad, con todo, necesitamos tener el coraje de contar nuestra propia historia, coraje para hacer las paces con nuestro pasado y para dejar el orgullo de lado y permitir que caigan nuestras máscaras una atrás de otra.

Necesitamos, sí, reconocer nuestras miserias y nuestras flaquezas, perdonarnos y perdonar a quien nos hirió, sabiendo y asumiendo que Dios es mayor que todo y que nos ama a despecho de todo.

Como tan bien nos enseña San Agustín, el mejor método para saber la verdad acerca de sí mismo es el examen de consciencia y la confesión. Narrar nuestra propia historia con sus alegrías y tristezas, con sus conquistas y adversidades, buscando en cada hecho y en cada acontecimiento el verdadero sentido de nuestra existencia.

Esta debería ser la práctica diaria en nuestra vida, pues si no hacemos eso tendremos una gran tendencia a perdernos a lo largo del camino; muchas veces, llegamos al punto de no saber más quienes somos, ya no nos reconocemos. Entonces necesitamos actuar como personajes enrolados en nuestra propia trama existencia. Llega un momento en que necesitamos dejar caer la escamas de nuestros ojos y dejar de sentirnos victimas de lo que nos sucede y asumir la responsabilidad de nuestra propia vida.

Si nos sentimos traicionados cuando alguien nos miente, como podemos entonces soportar pasar años de nuestra vida traicionándonos y traicionando a nuestra conciencia más profunda? Con la ayuda de Dios y con el firme propósito delante de nosotros mismos podemos cambiar eso.

La verdad pasa necesariamente por el confesionario y es el Espíritu Santo de Dios quien nos conduce siempre de vuelta a nosotros mismos, de vuelta a la casa del Padre. Existe un saber dentro de cada uno de nosotros, una intuición que viene del corazón y allí es donde se encuentra la verdad. Eso debemos buscar todos los días, con coraje y con mucha sinceridad de corazón, un encuentro profundo con nuestra alma.

Si te sientes perdido y no sabes por dónde comenzar, pide el Espíritu Santo de Dios que él te dará el don de sabiduría y él iluminará y guiará el camino rumbo a tu interior. Sentirse perdido ya es un comienzo, es una señal de que, por mas que todavía no sepas cual es la verdad acerca de ti mismo, ya sabes al menos cuales son las mentiras. Tenemos de nuestro lado un Dios que es amor infinito e infinita es su misericordia.

A Él debemos confesar todas las mentiras y dejar que Su Espíritu de amor se revele a nosotros y nos cuente la verdad escondida por detrás de tantas mentiras.

fuente: Portal Canção Nova

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