domingo, 1 de octubre de 2017

La fuerza de la Verdad

Alfonso López Quintás nos ofrece un interesante resumen de la vida y el pensamiento de Romano Guardini, maestro de pensadores cristianos.


En la personalidad de Guardini resalta, ante todo, su ethos de verdad, su actitud de fidelidad inalterable a la verdad de realidades y acontecimientos. «Estaba firmemente convencido –confiesa en un escrito autobiográfico- de que una actividad de docencia académica sólo podía partir de una búsqueda de la verdad metódicamente clara. Ciertamente, debía servir de ayuda a los oyentes, pero sólo en virtud de la fuerza de la verdad buscada por sí misma».

Para hacerse una idea clara y plena de la dignidad que tenemos los seres humanos y de la que estamos llamados a tener, debemos ver los conceptos en toda su complejidad, como nudos de relaciones, o, si se quiere, como acordes, no como simples notas. Un acorde musical aúna diversas notas y ofrece una sonoridad peculiar. Por eso, siguiendo el símil musical, Guardini afirma que “la verdad es compleja, polifónica”, como lo son las realidades del mundo que queremos conocer. A este concepto de verdad alude cuando destaca, asombrado, el poderío que a veces ostenta la verdad cuando la buscamos como una meta, para vivir en ella y de ella.

Con el recuerdo de las impresionantes conferencias que pronunció en la iglesia de San Pedro Canisio en el Berlín de 1940, sobrecogido por el terror de los bombardeos, nos confiesa Guardini la idea profundamente realista que tenía de la verdad.
«Entre 1920 y 1943 desarrollé una intensa actividad como predicador y he de decir que pocas cosas recuerdo con tanto cariño como ésta. Lo que desde un principio pretendía, primero por instinto y luego cada vez más conscientemente, era hacer resplandecer la verdad. La verdad es una fuerza, pero sólo cuando no se exige de ella ningún efecto inmediato, sino que se tiene paciencia y se da tiempo al tiempo; mejor aún: cuando no se piensa en los efectos, sino que se quiere mostrar la verdad por sí misma, por amor a su grandeza sagrada y divina». «Aquí experimenté con intensidad lo que dije antes sobre la fuerza de la verdad. Pocas veces he sido tan consciente como en aquellas tardes de la grandeza, originalidad y vitalidad del mensaje cristiano-católico. Algunas veces parecía como si la verdad estuviese delante de nosotros como un ser concreto».
Ahora comprendemos la razón profunda por la que Guardini afirma que el amor a la verdad nos da salud y la aversión a la misma nos enferma.
«Cuando el hombre rechaza la verdad, enferma. Ese rechazo no se da ya cuando el hombre yerra, sino cuando abandona la verdad; no cuando miente, aunque lo haga profusamente, sino cuando considera que la verdad en sí misma no le obliga; no cuando engaña a otros, sino cuando dirige su vida a destruir la verdad. Entonces enferma espiritualmente».
La verdad primaria del hombre es haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. De ahí su inquietud interior por volver a Dios, como su origen y su meta. Toda la vida y la actividad de Guardini se inspiraron en la invocación de San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti». Este venir de Dios y volver a Él, como al verdadero Ideal, genera el dinamismo singular del ser humano, que no es mera agitación, sino un sereno orientarse hacia las raíces que lo nutren. Se trata de un dinamismo creador.

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