viernes, 3 de julio de 2015

CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU


Testimonio de un sacerdote participante en el Retiro Internacional para obispos y sacerdote


EL PADRE ALFREDO VARGAS DELGADO

Antes de ser sacerdote, hace casi 25 años, viví mi primer retiro con la Renovación Carismática. Mi párroco de aquel entonces apoyaba el movimiento y era la oportunidad para que, a partir de un encuentro con Cristo, los fieles se unieran a la pastoral de la parroquia.

Ese fue mi primer encuentro con el Señor. Desde aquel momento cambió mi vida y comenzó una conversión permanente. Después vino el discernimiento vocacional y hace casi ocho años vivo consagrado al Señor por la ordenación sacerdotal.

Al llegar a mi actual parroquia, me encomendaron al grupo de Renovación. Inmediatamente me invitaron al Retiro Nacional para sacerdotes, que en aquel año se realizó en la ciudad de Guadalajara. Los años que siguieron no pude asistir, pero para este Retiro Internacional me avisaron desde principios del año para que no hubiera pretexto de no asistir.

Y la verdad, no pensaba dejar pasar esta oportunidad. ¿La razón? Es un poco complicado compartirlo, pero creo que es parte de mi sanación, así que trataré de explicarme. Como nos compartieron los obispos Mons. Raúl Berzosa y Mons. José Luis Azcona en el retiro, la edad por la que estoy pasando (los años 40) es algo difícil. Así lo viví en los últimos meses pues vinieron a mi vida algunas crisis: unas de tipo pastoral, en las que me preguntaba de qué han servido estos años de servicio, donde he procurado hacer la voluntad del Señor, pero sin alcanzar a descubrir los frutos de esa entrega.

Otras en relación a logros materiales. Aunque no me considero apegado a los bienes, sí me cuestionaba y me frustraba al enterarme de que algunos compañeros de la universidad donde estudié antes de entrar al Seminario han adquirido cosas o han realizado viajes a diversas partes del mundo y yo… yo bien, gracias.

Y, por último, en la cuestión afectiva. Aunque para ésta me sentía mejor preparado, me llegó esa crisis donde me cuestionaba si había entrado al sacerdocio por no ser capaz de haber formado una familia.

Gracias a una predicación sencilla, pero muy directa, tomando elementos de la Sagrada Escritura o algunas parábolas inspiradas, me fui dando cuenta de mi falta de amor al Señor, a mi ministerio y también a la cruz. Pero también, recordar que el Señor es rico en misericordia y lento para enojarse, que siempre nos da esa oportunidad de arrepentimiento y de comprometernos de lleno a su servicio: para amarlo como él merece ser amado, servirlo en todos mis hermanos, especialmente en los que él ha puesto a mi cuidado, y seguirlo desde la cruz de la soledad, de la incomprensión, de la persecución y de la pobreza (sobre todo la espiritual).

Además de la conversión personal, también se nos habló de la conversión pastoral, para hacer presente a Cristo a todos mis hermanos, anunciando la liberación, no sólo del espíritu sino también del cuerpo, esclavizados desde muchos ámbitos que quieren destruir al hombre y aprovecharse de él. En esto es donde descubro un gran reto. Pero estoy convencido de que el Espíritu del Señor está con nosotros, con todos sus pastores, para trabajar en esta liberación del ser humano.

Sin embargo, para hacer nuestra esta fuerza que viene de Dios, debemos pedirla, no sin antes renunciar a todo lo que nos ata en este mundo. Como nos diría el Cardenal Sandoval, Arzobispo Emérito de Guadalajara: “Debemos entregarle a ‘nuestro hijo’ que tanto amamos” (haciendo referencia al pasaje donde Dios le pide a Abraham a su hijo Isaac). Creo que este fue el proceso en que más me concentré en este retiro: entregarle a Dios a mis ‘hijos’ que tanto amo, para poder amar al Señor en correspondencia al amor que él me tiene.

El jueves hicimos una renovación de nuestras promesas sacerdotales y nos preparamos para una nueva inmersión (bautismo) en el Espíritu Santo, que sería al término de la Misa de ese día. Siento que la mayoría de nosotros, tal vez todos, dejamos que el Espíritu actuara, nos renovara y nos reconquistara, para disponernos con nuevas fuerzas a volvernos a su servicio.

Terminamos nuestro retiro con un propósito claro: hacer vida lo que habíamos recibido a lo largo de estos días de gracia y santidad, salir renovados para renovar el mundo con la fuerza del Espíritu Santo.

Quiero agradecer por este medio a Mons. Raúl y Mons. José Luis por dejarse mover por el Espíritu de Dios y conducirnos en estos días. Gracias a mi Comunidad de ‘Renovados’ de Actopan. Gracias al Obispo de Monterrey, a los padres que ayudaron en la organización y especialmente a todos los fieles laicos que dieron todo de sí para servir y ayudar a los asistentes a este retiro. También gracias especiales a la Comunidad Jésed, que me dio una familia adoptiva muy linda, pues nos ayudó a vivir estos días de reflexión, gozando de su compañía y cariño.


El padre Alfredo Vargas Delgado es vicario parroquial en la Iglesia de San Nicolás de Tolentino, en Actopan, Hidalgo, Arquidiócesis de Tulancingo (México).
fuente Devocionario Católico La Palabra en nosotros.

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