jueves, 2 de julio de 2015

Mateo 9, 1 - 8

“Trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla.”Mateo 9, 2
El pecado ha causado horribles estragos en la naturaleza humana, esclavizándonos con la doble aflicción de la destrucción del alma y la enfermedad del cuerpo. Jesús vino a deshacer las obras del pecado y a reconciliarnos con el Padre. La enfermedad más grave es el pecado y la desviación de la razón. Esta condición de enfermedad emocional, espiritual y física no es otra cosa que el resultado de la caída de nuestros primeros padres, vale decir, del pecado.

Jesús vino a destruir el pecado y sus consecuencias, y su obra abarca el ámbito espiritual y el físico. El relato de la curación del paralítico demuestra que Jesús hacía ambas cosas: curaba la parálisis y perdonaba los pecados. Para Jesús, lo más importante es el perdón de los pecados, porque el pecado es el mal en su raíz. Probablemente por eso lo primero que le dijo al enfermo fue: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados.”

Muchas veces nosotros pecamos de ser un poco ciegos, porque le damos más atención a la curación física que al perdón de los pecados. La aflicción del cuerpo nos parece mucho más inmediata y todo lo que pensamos es: “Señor, quítame este dolor”, pero lo que más debiera dolernos, por las consecuencias eternas que pueden tener, son las condiciones de egoísmo, arrogancia, envidia o adicción que tengamos. Jesús puede curar cualquier enfermedad, sin duda alguna; pero lo más importante es que nos perdone los pecados.

¿Qué fue lo que el Señor hizo con el paralítico? Los escribas acusaban a Jesús de blasfemia por decir que perdonaba los pecados, pero el Señor, siendo Hijo de Dios, tiene poder para deshacer las obras del diablo. Por eso, dijo: “¿Qué es más fácil: decir ‘Se te perdonan tus pecados’, o decir ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados… Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” Jesús realizó la curación física para demostrar que sus afirmaciones espirituales eran ciertas y verdaderas.
“Jesús, Señor mío, líbrame del pecado y sana mis heridas espirituales y físicas, te lo ruego. Sé que quieres darte a conocer a los incrédulos, por eso deseo ser instrumento tuyo, fiel y dócil, para que demuestres tu poder en el mundo, incluso haciendo curaciones físicas.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario