miércoles, 1 de julio de 2015

Nuestra mente, campo de combate

Meditando Mateo 8, 28-34


El Evangelio de hoy es un poco impresionante. Pocos hemos presenciado manifestaciones demoníacas fuertes, o casos de exorcismo como el de los endemoniados de Gadara, según nos cuenta hoy San Mateo. La Escritura dice claramente que Satanás es un ángel rebelde y enemigo de Dios, decidido a destruir los planes divinos y engañar a los humanos a fin de arrastrarlos a la condenación.

Por ejemplo, San Pedro no se dio cuenta de que su sugerencia de que Jesús evitara la cruz, aunque bien intencionada, era en realidad un pensamiento incitado por Satanás, para impedir que Jesús llevara a cabo la salvación que Dios deseaba para el género humano (Mateo 16, 21-23).

Nuestra mente también es campo de combate, porque mientras el Espíritu Santo trata de inspirarnos y guiarnos al bien, el enemigo trata de confundirnos y desanimarnos. ¡Qué importante es, pues, educar la conciencia según las verdades de la fe! Llenemos nuestro corazón de la gracia de Dios mediante los sacramentos y permanezcamos en la presencia del Señor, pensando siempre en todo lo que es verdadero, noble, recto y puro (v. Filipenses 4, 8).

San Pablo nos exhorta a resistir al demonio poniéndonos toda “la armadura de Dios” (Efesios 6, 11), porque el maligno trata de desviarnos del camino con todos sus engaños y artimañas, desde la tentación de creer que Dios no nos quiere y que el diablo en realidad no existe, hasta tratar de convencernos de que nos destruyamos nosotros mismos usando las drogas, la corrupción y hasta el suicidio. Pero cuando nos damos cuenta de que estas son tentaciones, podemos rechazarlas invocando el poderoso nombre de Jesús.

Querido hermano, si te parece que el demonio te tiene por las cuerdas, con insinuaciones, tentaciones o pensamientos contrarios a la verdad, recuerda que el Señor dijo a sus discípulos: “Les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo” (Lucas 10, 19). De modo que, ten ánimo, y no te dejes vencer por el mal. Practica el bien, acércate más al Señor, haz oración y no dejes de tener la mirada fija en Cristo. Si lo haces con fe y persistencia, el demonio no te molestará.
“Señor Jesús, mi Salvador, en ti confío y en ti me refugio. Rechazo decididamente a Satanás y me entrego en tus manos tiernas y amorosas. Espíritu Santo, ilumina mi mente para reconocer y rechazar los ataques del enemigo.”

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