domingo, 9 de agosto de 2015
Disfruta la vida tal como es hoy
Planchando una camisa que se acaba de comprar mi marido, me dí cuenta que abajo ponía: “ENJOY LIFE AS IT IS TODAY” es decir, “DISFRUTA LA VIDA TAL COMO ES HOY” y entonces empecé a preguntarme: ¿Es lo mismo disfrutar de la vida que ser feliz? ¿Lo uno contribuye a lo otro? ¿Qué es disfrutar? ¿Vivir el momento con intensidad, saborear la vida…?
Según el diccionario es: Deleitarse, gozar, sentir satisfacción.
Muchos tenemos que aprender a disfrutar de la vida como es hoy. Quizás debamos cantar cada mañana como Serrat: “Hoy puede ser un gran día…” Porque muchas veces lo que hace la diferencia, no es tanto lo que ocurre, sino nuestra actitud ante lo que ocurre. Nuestras actitudes se forman con nuestros pensamientos. Por eso es fundamental examinar nuestros pensamientos y lejos de ser personas que les gusta hacer hincapié en lo malo y las cosas negativas que ocurren en el mundo o en nuestra vida, debemos renovar nuestro entendimiento y pensar como dice Pablo en Filipenses 4:8: “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”
Dejemos de esperar el “gran acontecimiento” y gocemos de los “pequeños acontecimientos” que día a día, se abren a nuestro paso. Después de todo, las cosas grandes son el resultado de dar pasos pequeños. Tendemos a no valorar las cosas cotidianas que se nos presentan, y sólo les damos importancia cuando sentimos su ausencia. Quizás por cotidiano, jamás celebramos la salida del sol, el abrazo de un hijo, el beso de un esposo, las palabras de ánimo de un amigo… Maldecimos la lluvia cuando nos obliga a cargar con el paraguas, nos moja los zapatos y nos impide disfrutar de un día de campo, solo nos damos cuenta de lo necesaria que es cuando llega la sequía y los campos no producen los alimentos que necesitamos y como consecuencia se disparan los precios en los mercados.
¿Podemos disfrutar plenamente cuando se nos presenta algo diferente a lo esperado? Para ser felices de verdad, no debemos tener adicción al bienestar, a que las cosas siempre sean como nosotros deseamos. La felicidad profunda y duradera comprende que a veces nos tocará afrontar situaciones incómodas o no deseadas, porque forman parte de la vida humana; y cuando llegan, debemos utilizarlas para madurar, para crecer en la vida. Aprender a aceptar, no es resignarnos, con una sensación de impotencia, de victimísmo, sino ver las cosas como son; realizar los cambios que se puedan realizar para mejorar las condiciones y mirar el lado positivo de la situación que nos toca vivir aunque en ese momento no es lo que más nos gusta.
A veces llevados por la vorágine de la vida, llenos de insatisfacción, en la búsqueda de nuevas oportunidades, no nos damos cuenta del valor de las personas, de los pequeños detalles que forjan las grandes relaciones, de los momentos irrepetibles que pasan delante de nosotros. Nos olvidamos de saborear un café, una buena comida y como no, de una buena conversación con un amigo, del silencio, de un paseo junto al río, de soñar con una canción, de una sonrisa, de leer un libro…Dejamos pasar delante de nosotros lo realmente importante por lo urgente, nos olvidamos de amar por poseer, nos olvidamos de que no somos seres independientes sino interdependientes y que buscar el bien general contribuye al bien propio. Pienso que para valorar lo que tenemos, lo que vivimos día a día, es necesario cultivar un corazón agradecido: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” 1ª Tesalonicenses 5:18. Seguro que si hacemos un repaso a lo que nos ha ocurrido o nos ha dejado de ocurrir tenemos muchas cosas por las que darle gracias a Dios porque “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Santiago 1:17. Dios es Soberano y todo lo usa para el bien de los que le aman Romanos 8:28.
Es hora de darnos cuenta y de aprender a valorar hoy todo lo que tenemos y nos toca vivir. De nada sirve llorar por lo que dejamos ir, por lo que hicimos o dejamos de hacer, por lo que no dimos importancia y ya no está. El sabio Salomón dijo en Eclesiastés 11:9 a 12:1 “Alégrate, joven en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento”. Para disfrutar la vida tal como es hoy, no debemos olvidarnos de nuestra relación con Dios. Porque Dios es el que da sentido y propósito a todo lo que nos ocurre y solamente el que cree y le recibe en su corazón como Señor y Salvador puede experimentar en su interior “ríos de agua viva”, el gozo que da el Espíritu, sea cual sea la situación que nos toque vivir.
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