domingo, 9 de agosto de 2015

Yo soy el pan vivo

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
De los misterios, 48-49, 58
«Yo soy el pan vivo»

    Es admirable que Dios haya hecho llover el maná para nuestros padres y que se hayan saciado cada día con pan del cielo. Es porque se ha dicho: «El hombre ha comido el pan de los ángeles» (Sl 77,25). Sin embargo todos los que comieron de este pan en el desierto murieron. Y por el contrario, este alimento que recibes, este pan vivo bajado del cielo, da el alimento de la vida eterna, y quienquiera que lo coma no morirá jamás. Es el Cuerpo de Cristo...

    Aquel maná era del cielo, este de más arriba de los cielos; aquel era un don del cielo, este  es del Señor de los cielos; aquel estaba sujeto a la corrupción si se guardaba hasta el día siguiente, este no conoce la corrupción. Para los Hebreos el agua ha brotado de la roca, para ti la sangre brota de Cristo. El agua les ha calmado la sed por un momento, a ti la sangre te lava para siempre. Los Hebreos bebieron y siguieron teniendo sed. Tú, una vez que hayas bebido, ya nunca más tendrás sed (Jn 4,14). Aquello era la prefiguración, esta es la verdad plena...

    Era «sombra de lo venidero» (Col 2,17). Escucha eso que se manifestó a nuestros padres: «En el desierto bebieron de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo» (1Co 10,4)... Tú has conocido la realización, has visto la plena luz, la verdad prefigurada, el Cuerpo del Creador más bien que el maná del cielo... Eso que comemos y bebemos, lo expresa así en otra parte el Espíritu Santo: «Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él» (Sl 33,9).

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