Parte XI de "Dones de Fe y Milagros"
Mira lo que sucede cuando el Espíritu Santo toca el corazón de una persona. La vida de ella se convierte en una gran bendición para ella misma y para los otros también:
“En el inicio de este año, en enero, estuve en Curitiba participando de un encuentro de profundización de oración. Llegué desanimado, desilusionado con Dios y con el mundo. Tres años y medio atrás sufrí un accidente cerca de Morrinhos en el estado de Goiania. Yo tenía un vehículo. Era conductor y mi camión era todo para mí. Para resumir, me quedé sin la seguridad de ganarme el pan, y mis sentimientos eran como si no tuviese más los brazos y las piernas para trabajar. Junté todas las partes que pude de mi camión, lo que no se destrozó, y me vine al interior de Paraná, donde actualmente vivo. Estuve allí sin dinero y lleno de dudas. Trabajé de empleado por casi dos años. Conseguí pagar las deudas y reformar el camión. Pero después de lo sucedido yo no quería viajar más. Mi esposa y mis hijos estaban necesitando mucho de mi presencia en casa. Y comencé a ver que el dinero era necesario para vivir, pero mi familia estaba sin mí, y eso era lo más importante. Comencé a ir con mi esposa al grupo de oración. En el inicio, lo vi como una locura, me sentía un pez fuera del agua. Vi a las personas que decían que Dios cambió sus vidas. Yo también quería cambios. Entraba frío en el grupo de oración y salía helado. Mientras tanto las cosas solo se encaminaban para que yo fuese nuevamente a viajar, a estar y permanecer lejos de casa, de la familia y de Dios. Hacía casi un año que no trabajaba, no ganaba dinero y el salario de mi esposa no daba para más. Tuve una conversación con mi esposa y di un plazo: si en marzo de 2010 no lograba vender mi camión reparado, volvería a la ruta. Mi esposa me impuso que yo hiciese un retiro antes de tomar cualquier decisión. No imaginan en qué condiciones viajamos. Abastecimos el auto con combustible a fiado. El dinero solo alcanzaba para los peajes y tuvimos que dividir la comida. Estábamos en una situación complicada. Duele el sólo hecho de recordar. Viví el encuentro y comencé a ver a Jesús como un amigo y no como alguien distante, poderoso. Algo esa vez cambió mi vida. Volví entonces para casa el domingo, animado y confiado que Dios iba a cambiar todo. Y cambió. Conseguí vender el camión. Hacía un año que quería cambiar y sólo sería posible si vendía el camión. Apareció una persona queriendo vender una patente de máquinas para hacer cerraduras. Yo no tenía el dinero y Dios mandó el comprador del camión. Compré la patente. Hice una máquina y fui para una exposición agropecuaria en Francisco Beltran, en Paraná. El dinero que poseía lo invertí en todo el proyecto. Tenía certeza de que Dios iba a vencer por mí, pues ya no confiaba solo en mi mismo. Deposité toda mi confianza en Dios. Hoy, nueve meses después, puedo alabar a Dios. Me volví un pequeño empresario. ¿Lo has pensado? De chofer de camiones a empresario! En nueve meses gané una gran cantidad de dinero. Cinco veces el valor del camión. En la empresa tengo un socio mayoritario: Jesús. No hago nada sin consultarlo. Y la empresa está creciendo. Dios mandó personas a trabajar conmigo, son bendiciones. Las ventas están óptimas. Continúo firme con mi familia en la oración diaria, misas y grupo de oración. Estoy muy feliz. Dios nos devolvió el doble de todo lo que habíamos perdido”La efusión del Espíritu Santo hace que la persona se realice, se sienta feliz y pase a amar más. El Espíritu Santo te devuelve el sentido de la vida. Una vez que una persona se abre a Dios, el propio Señor pasa a conducirla. El amor saludable a sí mismo es una bendición y no tiene nada que ver con egoísmo.
El egoísmo es una actitud desequilibrada que nace del miedo de ser olvidado, pasado para atrás e ignorado. Son dos las tentaciones de la persona que todavía no se encontró: el egoísmo y el disgusto por sí. Aquí entra el Espíritu Santo para defendernos de nosotros mismos. El nos convence de que Dios nos ama así como realmente somos y no como nos gustaría ser. Y cuando, por la fe, descubrimos que eso es verdad, ya no somos capaces de continuar odiando lo que Dios tanto ama. Por esa razón, confiar en nosotros mismos y también nos aceptarnos como nuestro Padre celestial nos aceptó, a pesar de todo aquello que no nos gusta ni aprobamos en nosotros mismos.
Es aceptarse a pesar de las propias flaquezas y pecados.
Es confiar en sí mismo a partir de Dios, sin eludirse, sin encontrarse más allá de lo que en verdad se es; ni entrar en depresión por percibirse incapaz y sin valor. La confianza que Dios nos hace experimentar, por su amor, nos da una fuerza capaz de vencer cualquier depresión y superar hasta la misma muerte. Pero, sin dudas, la confianza puede ser colocada a prueba. El mundo en que vivimos parece estar muy lejos de aquello que creemos que debería ser: las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir lo que la Palabra de Dios nos garantiza; y pueden aún hasta hacer tambalear la fe, volviéndose para ella una tentación. Por lo tanto, si somos cercados por la duda, la confusión, necesidad de peligro, tenemos siempre una salida, una oración a hacer:
“Yo creo, pero ayúdame en mi falta de fe” (Mc 9,24)“Pues sé en quien creó, y estoy seguro de que el es poderoso para guardar hasta aquel día el bien a mi confiado”
2Tim 1,12
Así también rezaba David cuando se veía oprimió por todos los lados:
“En Dios, cuya promesa yo alabo, en Dios confío, no temeré: ¿qué me puede hacer un hombre?” Salmo 56,5“De mañana hazme sentir tu bondad, pues en ti confío. Indícame el camino que debo seguir porque a ti elevo mi alma”
Salmo 143,8
Del libro: “Dons de Fé e Milagres”
Márcio Mendes
Editorial Cançao Nova
Adaptación Del original em português.
Del libro: “Dons de Fé e Milagres”
Márcio Mendes
Editorial Cançao Nova
Adaptación Del original em português.
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