San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208),
obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, V, 5, 2“Si es por el dedo de Dios que expulso demonios es,
pues, que el Reino de Dios ha llegado a vosotros”
Henoch, por haber sido del agrado de Dios, fue trasladado al cielo en cuerpo, prefigurando así el traslado de los justos. También Elías fue llevado, tal como se encontraba en la sustancia de su carne modelada (2R 2,11), profetizando con ello el levantamiento de los hombres espirituales. Sus cuerpos no han sido obstáculo alguno para su traslado y se elevamiento: es a través de las mismas manos por las cuales habían sido creados al origen (Gn 2, 7) que fueron trasladados y elevados. Porque, en Adán, las manos de Dios estaban acostumbradas a dirigir, mantener y llevar la obra modelada por ellas, a trasladarla y ponerla en el lugar que ellas querían. ¿En qué lugar fue puesto el primer hombre? En el paraíso, sin duda alguna, según lo dice la Escritura: “Y Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado” (v. 8). Y es de allí que fue expulsado a este mundo por haber desobedecido…
¿Hay alguno que crea que no es posible que unos hombres sigan viviendo tanto tiempo como los primeros patriarcas? ¿O cree que Elías no fue elevado en su carne, sino que su carne fue consumida en el carro de fuego? Que considere cómo Jonás, después de haber sido precipitado al fondo del mar y tragado hasta el vientre de un pez, fue expulsado de él, a la orilla, sano y salvo, por orden de Dios. Ananías, Azarías y Misael, echados a un horno ardiendo siete veces más de lo normal, no sufrieron ningún mal y ni tan sólo olían a fuego (Dn 3, 27). Si la mano de Dios les asistió y en ellos ser realizaron cosas extraordinarias e imposibles para la naturaleza humana, ¿qué hay de extraño si, en los que han sido trasladados, la misma mano ha realizado también una cosa extraordinaria, cumpliendo la voluntad del Padre? Ahora bien, esta Mano, es el Hijo de Dios. (cf Dn 3,25).
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