martes, 6 de octubre de 2015

La mejor parte

María escogió la mejor parte.
Lucas 10, 42
En este pasaje pensaríamos que María eligió no sólo la mejor parte, sino la parte más fácil, porque permanece sentada a los pies de Jesús mientras Marta hace todo el trabajo. Imaginando esta escena podríamos pensar que María era una mística de ojos soñadores. Pero ¿fue realmente más fácil preferir “la mejor parte”? Tal vez no.

Primero, María probablemente sabía que su hermana resentiría su ausencia en la cocina. Segundo, posiblemente sabía que la experiencia de acercarse a Jesús era fuente de gozo y crecimiento y que sin duda el Señor le indicaría aspectos de su vida que ella tenía que mejorar.

Aunque a veces puede ser inquietante, la oración siempre es un gran privilegio, porque nos lleva más cerca de Jesús. Sabemos lo maravilloso que es escuchar sus palabras de ánimo. Pero a veces aprendemos más de nosotros mismos cuando Dios nos indica algo de lo cual no estamos muy orgullosos. Seguramente algo parecido sucedió con Pedro cuando éste quiso evitar que el Señor se expusiera al peligro (Mateo 16, 21-23), con Juan cuando quiso que unos samaritanos fueran castigados (Lucas 9, 51-55), y con todos los apóstoles cuando estaban en el mar en medio de la tempestad (Mateo 14, 23-32). Lo que Jesús les dijo les hizo crecer espiritualmente.

Si permanecemos junto a Jesús y tratamos de resolver los conflictos que surgen en nuestro interior podemos abrirnos más al amor y la gracia de Dios. Cuando aceptamos la invitación de Jesús de sentarnos a sus pies, aun si esto nos saca de nuestra zona de precaución, avanzamos en la vida como sus hermanos y hermanas y aceptamos nuestra identidad como hijos de Dios.

Así pues, mantén un corazón bien abierto cuando vengas a la oración a conversar con el Señor, querido lector, y recuerda que si te llega una palabra de aliento o de reprimenda en ese momento, es algo que el Señor te dice con amor. Trata de hacer tiempo para estar con Jesús cada día; siéntate a sus pies lo más a menudo que puedas y procura percibir lo que él te diga. Sin duda María te diría que bien vale la pena hacerlo.
“Amado Jesús, aquí estoy, a tus pies.Ayúdame, Señor, a abrir mi corazón y decirte que sí a todo lo que me pidas.Señor, ¡quiero experimentar la alegría que sólo viene de ti!”

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