martes, 6 de octubre de 2015

RESONAR DE LA PALABRA - 06 OCT 2015

Evangelio según San Lucas 10,38-42.
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

RESONAR DE LA PALABRAJosé Luis Latorre, misionero claretiano
Queridos amigos:
Marta y María, dos formas distintas de recibir y atender a Jesús: la primera preocupada por todos los detalles que piden las normas de la acogida y hospitalidad judía; la otra a los pies del huésped escuchándolo. Para Marta lo importante es “cumplir” todo lo establecido por las normas; para María cumplir es también importante, pero estando con Jesús y escuchándolo con el corazón, la mejor parte que nadie le puede quitar.

Las dos hermanas dan la máxima importancia al huésped Jesús. Las dos representan dos actitudes inseparables de la vida del creyente: la acción (Marta) y la contemplación (María); no se pueden separar ni desequilibrar. La acción y la contemplación son como las dos manos, los dos ojos y los dos pies del cuerpo humano: si falta uno de ellos la persona es manca, ciega o coja. Los dos miembros son importantes para un buen funcionamiento del organismo humano y los dos son necesarios e importantes. Igual en la vida espiritual la contemplación y la acción.

La caridad, la solidaridad, el servicio… del cristiano brota de la escucha y el encuentro con Jesús. No hay amor sin contemplación; no hay contemplación sin estar a los pies de Jesús escuchándolo. Jesús mismo nos dice “sin Mí ustedes no pueden hacer nada”. La oración es la fragua donde el corazón se enciende y moldea según el Corazón de Jesús. Y de ahí se lanza a hacer lo mismo que Jesús hizo: el bien a todos sin diferencia ni distinción.

Ya San Benito decía a sus monjes: “ora et labora” (ora y trabaja): oración y acción; contemplación y trabajo. Cada día es necesario un tiempo para orar y otro para hacer. Si sólo hacemos nos dirá Jesús “Marta, Marta, te inquietas y agitas por muchas cosas, y sin embargo una sola cosa es necesaria”. Y si sólo oras escucharás también “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”.
Octubre, DOMUND. Oremos y hagamos algo por las Misiones de la Iglesia en todo el mundo

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