viernes, 8 de diciembre de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 081217

San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia 
El árbol de la vida
Cuando Jesús se hizo carne en María

Cuando llegó la plenitud de los tiempos (Gal 4:4), del mismo modo que al sexto día, el poder y la sabiduría divina formaron al hombre a partir de la tierra, al principio del sexto año del mundo, el arcángel Gabriel fue enviado a la Virgen, y ella dio su consentimiento. El Espíritu Santo descendió sobre ella, su alma ardiendo como un fuego y santificando su carne con la pureza más perfecta,“la virtud del Altísimo la cubrió de su sombra” (Lc 1:35) afín que ella pudiese soportar semejante ardor. Es así que por obra del Altísimo, instantáneamente un cuerpo fue formado, un alma creada y al mismo tiempo los dos fueron unidos a la divinidad en la persona del Hijo, afín que el mismo fuese Dios y Hombre, las propiedades de cada una de las dos naturalezas permaneciendo salvadas.

      ¡Oh! ¡Si pudieras tan solo comprender un poco cual fue, y de qué inmensidad, el incendio encendido entonces en el cielo, el refrescamiento provisto, el consuelo acordado! ¡A qué dignidad fue elevada la Virgen María! ¡Cual fue el ennoblecimiento del género humano y cual fue la condescendencia de la Divina Majestad! ¡si pudieras escuchar los cantos de júbilo de la Virgen, subir la montaña con Nuestra Señora, contemplar las suaves abrazos de la Estéril y de la Virgen, y la manera de como se cumple el deber de saludarse, manera que el humilde servidor reconoce a su Señor; el heraldo, su Juez; la voz, el Verbo! Estoy seguro que en ese entonces entonabas con dulces acentos junto a la Bienaventurada Virgen el sagrado cántico: «Alaba mi alma al Señor» (Lc 1:46). Estoy seguro que con alegría te unirías al Profeta niño para adorar la admirable concepción virginal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario