San Pablo dice que somos bendecidos en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales; escogidos para ser santos y sin mancha; destinados a ser adoptados como hijos de Dios.
Si bien estas frases describen el plan eterno de Dios para cada uno de nosotros, tienen un significado especial cuando pensamos que también se refieren a la Virgen María.
Hoy celebramos a María como la nueva Eva, aquella que fue preservada del pecado original por decisión singular de Dios antes de que ella siquiera fuera concebida. En ella vemos una confianza humilde en los designios de Dios; vemos el deseo de conocer más a Dios, junto con un corazón quieto y reflexivo, que acepta sin reservas las respuestas que de él recibe. Tal vez no veamos siempre una paz perfecta, pero sí vemos una fe perfecta. Es por eso que se nos insta constantemente a contemplar a María como nuestra madre y modelo de vida.
En la Inmaculada Concepción de María, Dios le aplicó por adelantado los méritos de Cristo que ahora nosotros también podemos recibir. Por medio de la cruz, hemos sido adoptados como hijos de Dios; por el Bautismo, todos hemos sido purificados del pecado original, y gracias al don del Espíritu Santo, también podemos llegar a ser “portadores de Dios”, para llevar a Cristo al mundo.
Por eso, así como hemos recibido las mismas bendiciones que María, también podemos imitarla y aceptar el plan de Dios, incluso cuando sea difícil de comprender. Si tenemos un corazón apacible y dócil, podemos llegar a ser como luces en la oscuridad que apuntan hacia el Reino de los cielos, y mostrar a las personas una nueva manera de vivir. Cuando ayudamos a los pobres o a algún vecino, construimos el Reino de Dios. Cuando permanecemos cerca del Señor, incluso en épocas de infortunio, podemos recibir su consuelo y manifestar a los demás su poder transformador.
Sí, María es bendecida más que nadie, pero nosotros también podemos recibir muchas bendiciones espirituales. María es la que más perfectamente nos muestra quienes somos en Cristo y no debemos nunca olvidarlo.
“Padre misericordioso, al celebrar los dones que tuviste a bien otorgarle a la Santísima Virgen María, permite que nosotros también seamos transformados por tu gracia para vivir como parte de tu nueva creación.”
Génesis 3, 9-15. 20
Salmo 98(97), 1-4
Lucas 1, 26-38
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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