viernes, 17 de agosto de 2018

El humilde nunca cae

Los orgullosos siempre tienen un final trágico. Quien se suba a lo alto de un álamo, seguramente caerá y se romperá la cabeza.

Los orgullosos siempre tienen un final trágico. Quien se suba a lo alto de un álamo, seguramente caerá y se romperá la cabeza. El humilde no cae jamás. ¿Cómo podría caer? ¡Pero si se halla más bajo que la misma tierra! El orgullo es como una burbuja de jabón: se infla y se eleva, pero en cualquier momento explotará y desaparecerá. La humildad, sin embargo, es como un árbol bendecido: mientras más profundamente entren sus raíces en la tierra, mucho más crecerá el árbol. Así como sobre los orgullosos cae la maldición de Dios: “el que se ensalce será humillado”, del mismo modo en los humildes se realizará la bendición divina: “aquel que se humille será ensalzado”.

(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Despre Smerenie și Mândrie, Editura Sophia, București, 2007, p. 99)

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