viernes, 17 de agosto de 2018

Meditación: Mateo 19, 3-12

El matrimonio es una alianza material y espiritual entre un hombre y una mujer que prometen, ante Dios, la Iglesia y sus familiares y amigos, amarse, respetarse y ser fieles toda la vida en cualquier circunstancia.

Por eso, es sumamente triste ver que, en la sociedad actual, cerca de la mitad de los matrimonios terminen en divorcio.

Uno de los problemas principales es que, muchas veces, los novios son inmaduros y se casan por razones incorrectas. Las novias buscan amor, protección y seguridad; los novios esperan intimidad, y atención a sus necesidades. Es decir, están enfocados más en lo que puedan obtener que en lo que puedan dar. Pero lo principal es que el amor sea del tipo ágape, el amor de Dios: generoso y sacrificado.

Lamentablemente, el valor de la vida espiritual y el amor de Dios, que es la dimensión más trascendente de la vida conyugal, está ausente en demasiados matrimonios. Los sucesos del diario vivir demuestran claramente que cuando uno o ambos esposos no tienen una relación personal y fundamental con Cristo, todas las demás relaciones quedan supeditadas a las fuerzas destructivas de nuestra propia imperfección humana y de la sociedad en general.

Pero nuestro Padre ama tanto a sus hijos que no deja jamás de ofrecernos su gracia y ayuda a los esposos para cumplir sus votos conyugales, no por obligación, sino por amor y voluntariamente. Pero ¿cómo puede uno beneficiarse de esta gracia si vive constantemente sin tomar en cuenta a Dios? El Sacramento del Matrimonio crea un poderoso vínculo que une y fortalece la vida espiritual de los contrayentes. Cada día las parejas casadas tienen a su alcance la gracia divina para superar las diferencias, amarse y perdonarse sincera y profundamente y resolver las dificultades antes de que se conviertan en barreras insuperables.

Actualmente hay muchos católicos que se han divorciado y vuelto a casar sólo por lo civil y así se han privado de la gracia sacramental del matrimonio religioso. ¿Qué pueden hacer? Consulten con el sacerdote para ver si pueden iniciar el proceso de declaración de nulidad del matrimonio religioso y tal vez puedan regularizar su situación sacramental y, de paso, recibir la gracia de la Confesión y la Santa Comunión.
“Amado Señor Jesucristo, ayúdanos a mí y a mi esposa (o marido) a descubrir de nuevo el amor verdadero y una nueva ilusión en la vida matrimonial, para amarnos y servirnos mutuamente mientras vamos caminando hacia el cielo.”
Ezequiel 16, 1-15. 60.63
(Salmo) Isaías 12, 2-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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