Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos"."¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?"."Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Nunca imaginó que iba a hacerse tan famoso. Solemos llamarle “el joven rico”. Con esas palabras ha pasado a la historia de la literatura, del arte, de la reflexión sobre la fe. Generación tras generación miles de cristianos nos hemos confrontado con su experiencia. Algunos han dado respuestas magistrales; todos estamos en deuda con ellos.
El relato de Mateo constata que él, que había ido expresamente a encontrarse con Jesús, “se fue triste” y asocia esa tristeza a una razón: “porque era muy rico”. Pero es probable que esa no fuera la única (y tampoco la principal) causa de su entristecerse sino el hecho de que Jesús le invite tan claramente a compartir: “anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres”.
Cabe también -permitan que especule- que le entristeciera la impresión de que Jesús le proponía algo imposible. ¿Se quedó a escucharle un poco más o se marchó? ¡Ojalá se hubiera quedado! Al momento -lo escucharemos en la celebración de mañana- Jesús recordó que para Dios nada hay imposible (Mt 19, 26; Lc 1, 37). Con demasiada frecuencia nos empeñamos en poner difícil al Señor que haga las cosas a su manera. No acabamos de creer que su Espíritu es capaz de actuar y que nada se le resiste. Lo que Jesús proponía al joven rico es duro, pero no imposible. Nunca han faltado (hoy tampoco) discípulos y discípulas del Señor que lo demuestran.
CR
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