«Cuando vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta, y reza a tu Padre, que está en lo escondido.» Mt 6, 6
La oración es un coloquio, una «entrevista» o una conversación del alma con Dios por la cual nosotros hablamos a Dios y Dios a su vez nos habla.
Hay dos clases de oración: la especulativa y la mística. La especulativa trata de Dios con los hombres y entre los hombres; la mística habla de Dios con Dios y en Dios mismo. La especulativa tiende al conocimiento de Dios y la mística al amor de Dios.
Se llama mística porque esa conversación es muy secreta y en ella Dios y el alma se hablan de corazón a corazón, por una comunicación incomunicable a quienes son ajenos a los dos que la mantienen. El lenguaje de los enamorados es tan particular que nadie lo entiende sino ellos: «Yo duermo, mi corazón vela. Y mi amado me ha hablado.» ¿Quién iba a adivinar que la esposa, estando dormida, había podido hablar con su Esposo? Es que donde reina el amor, no se necesita el ruido de palabras externas, ni hace falta emplear los sentidos para conversar y escucharse el uno al otro.
En resumen, la oración no es otra cosa sino una conversación por la cual el alma se entretiene amorosamente con Dios sobre su amable Bondad, para unirse a ella.
Al amor le gusta el secreto y, aunque los enamorados no tengan ningún secreto que decirse, gustan de hablarse secretamente; y si no me equivoco, yo creo que es porque solamente quieren hablarse para ellos solos.
El amor no habla solamente con la lengua, sino con los ojos, con los ademanes y hasta incluso el silencio les sirve de palabra.
«Mi corazón te lo ha dicho, Señor, mi rostro te busca; tu rostro buscaré, Señor.»
Francisco de Sales
Tratado del Amor de Dios: La Oración es una conversación
«Ora... en lo secreto» (Mt 6,6)
VI,1. Tomo IV, 303
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