Hoy comenzamos una nueva Cuaresma, época de nuevas bendiciones y gracia de Dios, en la que el Señor nos da la oportunidad de “hacer borrón y cuenta nueva”, es decir, comenzar de nuevo nuestro caminar cristiano, no solo para la salvación de nuestra propia alma sino también las de nuestros seres queridos y el mundo entero. ¿Es esto posible? Claro, porque la gracia abundante y el amor que nos comunica el Espíritu Santo nos transforman para que podamos experimentar una vida productiva y satisfactoria, como preludio de aquella vida gloriosa que nos espera en el cielo.
Pero si queremos experimentar esta nueva vida de Dios, debemos empezar por tomar la decisión de renunciar a los hábitos de pecado que tal vez hemos mantenido por mucho tiempo. San Agustín (354-430) decía que “Muchos pecados pequeños, si no se les hace caso, son como diminutos granos de arena, pero cuando la arena se acumula y se amontona, pesa y aplasta.”
Las palabras de San Agustín son simplemente una reflexión sobre lo que Jesús había enseñado a sus discípulos acerca del valor y la práctica de la limosna, la oración y el ayuno. Jesús señaló que las obras espirituales deben hacerse con el fin de demostrar amor y verdad y que emanen de un conocimiento del amor y la providencia de Dios.
Y estas son precisamente las prácticas espirituales que nos propone la Iglesia para la Cuaresma, porque nos ayudan a centrar la atención en el sacrificio redentor de Jesucristo, nuestro Señor, y recibir la gracia de Dios. Estas prácticas son el ayuno, la oración y la limosna. El ayuno total se hace hoy Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y eso significa comer sólo una comida completa al día que no contenga carne y dos comidas parciales que juntas equivalgan a no más de una comida completa. Los demás viernes de Cuaresma se hace abstinencia, es decir, no se come carne.
Aparte de esto, nos conviene dedicar más tiempo y atención a la oración personal, la lectura de la Sagrada Escritura, especialmente los relatos de la pasión, crucifixión y resurrección del Señor. Debido a que la Cuaresma es un tiempo especial de examen de conciencia, reconocimiento de las faltas cometidas y arrepentimiento, conviene también ir a la confesión sacramental.
“Señor y Salvador mío, en esta Cuaresma, me comprometo a renovar mi entrega a ti, para recibir la vida nueva que tú nos prometiste.”
Joel 2, 12-18
Salmo 51(50), 3-6. 12-14. 17
2 Corintios 5, 20—6, 2
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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