jueves, 4 de abril de 2019

ES DE MÍ QUE HAN HABLADO LAS ESCRITURAS


“Es de mí que han hablado las Escrituras”

“El rostro de Moisés resplandecía porque había hablado con Dios. Aaron y todos los israelitas lo vieron… y tenían miedo de acercársele… Cuando Moisés acabó de hablar, se puso un velo sobre su rostro” (Ex 34,29s). El brillo con el cual resplandecía el rostro de Moisés, era Cristo que brillaba en él; pero estaba escondido a los ojos de los hebreos; ello no lo vieron… Todo el Antiguo Testamento se nos presenta velado, como Moisés, símbolo de toda profecía. Detrás de este velo, extendido sobre los libros de los profetas, aparece Cristo, augusto juez, sentado sobre su trono de gloria…
Si Moisés se veló, ¿qué otro profeta hubiera podido descubrirse el rostro? Siguiendo su ejemplo, todos velaron sus palabras. Simultáneamente anunciaban y velaban; presentaban su mensaje y, al mismo tiempo, lo recubrían con un velo… Es porque Jesús brillaba en sus libros que un velo lo escondía a sus ojos, velo que proclama a todo el universo que las palabras de la Escritura tienen un sentido escondido…
Nuestro Señor ha levantado este velo cuando ha explicado estos misterios al universo entero. El Hijo de Dios, con su venida, ha dejado al descubierto el rostro de Moisés velado hasta entonces, sus palabras eran ininteligibles. La nueva alianza ha venido a iluminar la antigua; el mundo puede, por fin, captar las palabras que ya nada las cubre. El Señor, nuestro Sol, se ha levantado sobre el mundo y ha iluminado a toda criatura; misterio, enigmas, por fin han sido aclarados. El velo que recubría los libros ha sido levantado y el mundo contempla al Hijo de Dios con el rostro descubierto.


Santiago de Saroug (c. 449-521)
monje y obispo sirio
Homilía sobre el velo de Moisés

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